Capitalismo Financiero (IV): Movilidad Social
Una de las más tenaces supersticiones que ha afligido a la Humanidad en los últimos dos milenios es la condena del préstamo a interés (el llamado pecado de usura). Todos los monoteísmos nos han afligido con esta condena absurda.
Después de algunos milenios de activismo judicial rabínico y de magisterio de la Iglesia Católica, judíos y cristianos parecen haber renunciado a ella. Pero el Islam continua tan impermeable al sentido común en el campo financiero como en los demás aspectos de la vida.
Según el Coran, la gravedad del delito de usura depende de varias circunstancias: en su forma más leve, la usura se considera tan grave como el incesto; en su forma más culposa, se la castiga tanto como faltar al honor de un musulmán (¡!)
En nuestra afortunada época, alrededor de esta prohibición se ha creado toda una industria financiera dedicada a saltarse el espíritu de la Sharia respetando su letra; pero durante muchos siglos el sistema financiero no ha existido como tal en las sociedades islámicas.
¿Cómo afecta a la vida social y al proceso de acumulación de capital la inexistencia de un sector financiero? Si las operaciones de préstamo a interés están prohibidas, solo quedan en la práctica dos formas de canalizar el capital: las sociedades mercantiles, donde en lugar de remunerar el capital de forma fija, se ofrece una fracción de los beneficios, y el préstamo altruista.
Las sociedades mercantiles parecen una solución al problema del interés: desgraciadamente el pago de una fracción de los beneficios exige un conocimiento más o menos directo de la actividad mercantil. Si un individuo participa en forma societaria en un negocio y recibe una parte de los beneficios, debe saber cuales son estos beneficios y si se esta haciendo una gestión realmente eficaz. En las grandes compañías que cotizan en Bolsa, los Estados exigen el cumplimiento de una serie de normas contables para evitar que los accionistas sean defraudados.
A falta de una burocracia contable, los pequeños negocios no pueden garantizar fácilmente el pago de los beneficios a los prestamistas. En general con un sistema de participación en beneficios, los socios deben tener confianza mutua o trabajar juntos. El préstamo impersonal de fondos se vuelve imposible. En el caso del préstamo altruista, lógicamente el altruismo también se queda entre conocidos.
En ausencia de un sistema financiero capaz de colocar el capital según criterios impersonales de eficiencia económica, el capital se distribuye conforme al criterio de proximidad familiar o tribal.
Las posibilidades de ascender por la escala social se ven muy mermadas cuando los individuos pobres tienen dificultades especiales para acceder al crédito, mientras el capital está en manos de individuos menos capaces pero mejor relacionados.
Cuando a la hora de comprar un coche, una casa o de abrir un negocio no hay bancos a los que puedas recurrir, solo puedes recurrir a tus allegados, y si eres pobre, seguramente tus allegados también lo serán. Algunos dirán que los bancos no suelen ser tampoco muy generosos: se equivocan; buena parte de los pequeños negocios se han financiado al menos en parte a través de préstamos bancarios.
Las consecuencias sociales de este sistema de préstamo intra-familiar son aún peores que las consecuencias económicas: la dependencia tribal y por tanto la capacidad de presión del grupo sobre el individuo es máxima cuando no se pueden obtener recursos fuera de él. La característica más visible de las sociedades musulmanas es su extrema jerarquización; no cabe duda de que la Sharia es un código legal diseñado para fortalcer la estructura tribal, y en este sentido la prohibición del préstamo a interés, al destruir una parcela esencial de libertad, cumple un importante papel.
Algunos se quejan de que los musulmanes lo tienen muy difícil para mejorar en Europa. De la dirección de los flujos migratorios se puede deducir que lo tienen aun más difícil para progresar en sus países de origen.
No es sorprendente, viendo algunas de sus estructuras institucionales.
4 Comments:
No es que los bancos sean generosos, exactamente.
Precisamente por esa impersonalidad del sistema financiero occidental, que es requisito imprescindible, creo yo, para asignar correctamente los recursos económicos (y por tanto de la sociedad), no cabe esperar "generosidad" de los bancos, en el sentido tribal en el que aún la entendemos (ni nepotismo, amiguismo, etc etc, excepción hecha, claro está, de los Montillas y otros créditos de dudoso cobro).
El sistema financiero islámico es, en efecto, como dices. Hace no mucho que surgió la denominada Banca Islámica, que es un modo de "saltarse el espíritu de la Sharia respetando su letra". En dicha Banca hay Ulemas en los Consejos de Administración que están encargados de controlar que se cumpla la ley islámica en las transacciones financieras, en especial en lo que se refiere al interés fijo.
Mientras los que estudian en las Madrasas se colocan como asesores en todas partes (no solo en Bancos), muchos pobres desgraciados no pueden acceder a la financiación que les haría despegar, a la "movilidad social".
Las sociedades en las que impera el personalismo y la jerarquía son cerradas.
Las que son impersonales y meritocráticas son abiertas.
Y el sistema financiero, como motor y como reflejo, marca, entre otras pocas cosas, la diferencia entre unas y otras.
Poldec:
Es un problema mas. Tambien es verdad que el Islamic Banking es un paso en la dirección correcta.
Leete el articulo de Mahmoud Amin El-Gamal.
Nomotheta:
Si, por generosidad quería decir que los bancos prestan tambien a gente de recursos bajos y medios.
Rollo al respecto de la "generosidad" del bancario:
Precisamente porque la mayoría de la gente mira la generosidad desde la perspectiva altruísta (de puertas a dentro) y egoísta (de puertas afuera) de la familia o el clan o el grupo de amigos o intereses, siguiendo con ello los dictados más primarios de la biología, los bancos son mirados como instituciones frías y sin sentimientos, impersonales en el peor sentido del término, y los que prestan a interés como codiciosos usureros, aunque sean esos (que son intermediarios que cobran legítimamente por sus servicios y personas físicas o jurídicas que renuncian al consumo presente) quienes abren el espectro de posibilidades de inversión y consumo al resto de la sociedad, incluídos, claro está, los más desfavorecidos, siempre y cuando estén dispuestos a trabajar y a ahorrar, esto es, a practicar las virtudes de laboriosidad y frugalidad que Franklin y Smith alababan.
El sistema financiero hace posible que el motor económico de la sociedad esté perfectamente engrasado, y es básico para que funcione la mano invisible. Sin él volveríamos al trueque, al tribalismo, a la barbarie.
El banquero es el más claro ejemplo de quien persigue su interés promoviendo el de la colectividad.
Debo suponer que los comentaristas se llaman:Botín,F.R,valls y demás tropa.........¡ que Alá os conserve el sentidiño !
Publicar un comentario
<< Home