viernes, septiembre 16, 2005

La II Guerra Fría

“Tu hijo Ismael (…) será como un caballo salvaje: su mano estará contra todos y la mano de todos contra él”
Génesis 16,12.

“Estos acontecimientos han dividido el mundo en dos partes: el campo de los creyentes y el campo de los infieles”
Osama bin Laden, 7 de Octubre de 2001


El 11 de Septiembre de 2001. ¿Os acordáis? El día que acabó la Década Dorada. En realidad había acabado un poco antes, cuando fracasó Camp David II. Los ojos de Barak aquel día profetizaban las oleadas de terror. Yo me acuerdo: “Cause the players tried to take the field, the marching band refused to yield.Do you recall what was revealed”. El fin del proceso de Oslo y el comienzo de la Jihad. Aunque la Jihad siempre ha estado ahí.

Cuatro años después la rabia y el orgullo siguen tan vivos como entonces. Durante los próximos meses voy a emprender un viaje que me va llevar desde los abismos del equilibrio del terror nuclear hasta los conflictos inter-étnicos que pueblan el futuro de Europa. Para entender a nuestros enemigos: a los generales de la Jihad, que desde los despachos de Riyad y Teheran, desde los Bancos de Londres y Ginebra, desde las montañas de Afganistán y desde las mezquitas de París dirigen un movimiento político que amenaza con sepultar la civilización por varios siglos y condenar a la humanidad a una represión sin paralelo histórico. Una ideología que ha superado ya la violencia del nazismo y del comunismo y cuya existencia pone en peligro la misma supervivencia de la especie.

Ellos nos conocen: su superstición se mezcla sin embargo con un admirable pragmatismo. Aprovechan las ventajas que les brinda nuestra civilización y saben utilizarlas para precipitar su fin. Han estudiado en nuestras universidades y viven en los vecindarios de las grandes ciudades europeas. Hablan fluidamente nuestros idiomas. Utilizan Internet y conocen perfectamente la ciencia estratégica. Este liderazgo político-religioso ha demostrado osadía, honradez y crueldad ilimitada, y tras los generales de la Jihad hay millones de soldados, menos capaces pero igualmente entregados.

Han capturado buena parte de nuestro sistema político y de los medios de comunicación y cuentan con enormes recursos, resultado no del trabajo productivo y civilizador, sino de las rentas del petróleo, que no han contribuido al bienestar de los pueblos de Oriente Medio, sino a la desgracia del resto del mundo.

¿Y nosotros? A primera vista la situación es desoladora: la clase política europea oscila entre el negacionismo y la traición y el sistema democrático, eficaz a la hora de garantizar la libertad, esta sin embargo expuesto a la captura por parte de grupos de interés, especialmente si están bien financiados. Los medios de comunicación y el sector más nihilista de Occidente saludaron a los nuevos bárbaros al grito de “Osama mátanos” (nada que no hubiésemos visto durante la I Guerra Fría) y los intelectuales que no militan directamente por la rendición, se enzarzan en sonrojantes disquisiciones moralistas.

Sin embargo a un nivel más profundo hay razones para la esperanza: los cuadros intermedios que Gobiernan realmente la sociedad occidental, con su altísima formación técnica forman una reserva casi inagotable de talento. La ética del trabajo, aunque erosionada por algunas formas welfarismo, sigue siendo alta. “Work hard, play hard”, dicen mis amigos de Londres: es nuestra divisa generacional.

Pero sobre todo, de forma todavía primitiva, pero ya audible, se articula la RESISTENCIA. Se susurran las verdades: muchos todavía obligados a servir a los dioses de la corrección política, ya cuentan en privado la noticia de la guerra. En los ambientes tecnócratas, financieros y académicos se rompe el velo de silencio.

Y luego está Internet: el monopolio de la élites político-mediáticas se está acabando. En el orden espontáneo de la Red las consignas vacías no se imponen por la mera repetición. Este conflicto enfrenta la infinita variedad del laptop contra la insoportable monotonía del Corán, y el laptop hará tanto por nuestra victoria como el Coran hace por la de ellos.

El discurso oficial, como ya hemos dicho está todavía muy lejos de toda racionalidad estratégica. El presidente de los Estados Unidos declaro el 12 de Septiembre de 2001 una “Guerra al Terrorismo”, algo tan absurdo como declarar una “Guerra a la Artilleria”. La identificación inequívoca del Islam político como el enemigo era problemática, porque al día siguiente hubiese sido necesario hablar de Arabia Saudi, el corazón de la Bestia.

En una burocracia jerárquica como el gobierno americano, los errores de la cabeza se transmiten amplificados a todas las partes del cuerpo. La doctrina de la "Guerra Antiterrorista" mantiene a Estados Unidos anclados a una retórica contradictoria y genera una situación de división interna

La “Guerra Antiterrorista” se dirime en el terreno de las culpabilidades criminales: a cada paso hay que demostrar complicidades ocultas y parece que la lucha en vez gestionarse conforme a la lógica del pragmatismo político, debe obedecer al sistema de garantías judiciales. Los jueces no ganan guerras y esto que estamos luchando es mucho más que crimen.

Mientras nuestros políticos ocultan la realidad del conflicto individuos como Tariq Ramadan, un general estrella de la Jihad, se mueven por Europa sin mayores dificultades, mientras Ayaan Hirshi Ali vive escondida en su propio país. Sigue sin tregua el goteo inmigratorio. El régimen sirio o el iraní puede utilizar a la ONU para defender su existencia mientras Israel tiene un record de condenas por parte de la asamblea de tiranos que monopoliza la “legalidad iternacional”.

Formulado en términos de lucha contra el terrorismo, este conflicto esta perdido de antemano: Sun Tzu describió en el siglo V a.d.C la situación desesperada a que nos aboca la lógica de la “Guerra Antiterrorista”:

“De ahí que sea hábil en el ataque aquel general cuyo contrincante no sepa que defender, y sea hábil en la defensa aquel cuyo contrincante no sepa que atacar”

Si el enemigo en el terrorismo, no sabremos que atacar, y no sabremos que defender. Pero el propio Sun Tzu nos enseña como re-simetrizar el conflicto:

“Si deseamos luchar, se puede obligar al enemigo a un combate(…). Lo único que tenemos que hacer es atacar cualquier otro lugar que el se vea obligado a socorrer”

Sobre la resimetrización del conflicto, sobre transformar este conflicto en una II Guerra Fría y tratar el Islam político como tratamos al comunismo es sobre lo que va a tratar esta serie de artículos. Eso significa aplicar soluciones amables y constructivas como el Plan Marshall, o apoyar sangrientos regimenes de Seguridad Nacional como los de la América Latina de los 70, dentro de una estrategia de acoso político e ideológico, que permita gestionar la conflagración sin despeñarnos hacia el abismo nuclear ni deslizarnos suavemente hacia la derrota.

Esa lucha contra la barbarie islamista es el destino de nuestra generación, y estas páginas son mi pequeña contribución al esfuerzo de guerra.

5 Comments:

At 12:31 a. m., Anonymous Anónimo said...

Pues habrá que seguir leyendo.

 
At 7:10 p. m., Blogger AMDG said...

¡Ánimo Kantor! ¡Nos vemos en la lucha!

 
At 9:54 p. m., Blogger José said...

Lúcido análisis. En lo único que discrepo contigo es en denominar al islam que nos combate como "político". Todo el islam es político desde el momento que pretender instaurar un gobierno mundial a través del Califa.
Obviamente es una payasada demoníaca cuyo único fin es dominar y esclavizar a la humanidad, pero no se debe separar del islam la política.

 
At 1:26 a. m., Anonymous Anónimo said...

No estoy de acuerdo con lo que hacen estos terroristas religiosos, islamicos en este caso, pero ¿No es terrorismo bombardear pueblos desde alturas a las que jamas pueden responder con armas que jamás van a tener?
¿O que el pais mas poderoso del planeta amenace a cada pueblo que piense distinto?

 
At 1:09 p. m., Blogger Unknown said...

Hola Kantor, tu artículo es excelente, yo también pensaba ir en esa dirección y me has tomado la mano por abandonar estos días el blog (esa es la razón de no escribir antes aquí). Entonces yo sigo por otra dirección con la esperanza de que entre todos, lleguemos al corazón de este enemigo y lo liquidemos.
Las opiniones de Santiago son las típicas de los contubernios políticos que no quieren quitar el tupido velo, no por cobardía política, sino por los enormes réditos que perciben por mantenerlo. Santiago no sabe que la historia que aprendió fue pactada en los despachos de políticos occidentales dandose la mano con políticos islámicos, con jeques y ayatollas. El no sabe que el mahometano que trabaja a su lado, piensa en secreto que llegará un día que el Islam gobernará el mundo. Y no lo piensa porque sea un terrorista, sino porque así se lo enseña el Corán y lo aprende de su maestro en la mezquita. No sabe que este hombre considera a Bin Ladden un buen musulmán porque está cumpliendo los versos del Corán que dice textualmente: "a estos, perseguirlos, acosarlos, matarlos, hacer carnicería con ellos".
Apunta a América y a occidente como enemigo y no sabe el por qué mira en esa dirección.
Esta desestimación de si mismo, no la compartimos.

 

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