La II Guerra Fría: La Religión Islámica
Es difícil encontrar precedentes históricos de una batalla ideológica tan radical como la que enfrenta al Islam salafista (hoy abrumadoramente mayoritario) y al liberalismo Occidental. Las sociedades occidental e islámica han conseguido cristalizar casi a la perfección los principios opuestos del individualismo racionalista y el totalitarismo supersticioso. Y por tanto no cabe la superación dialéctica de un conflicto que se plantea entre contrarios lógicos.
La Sharia (Ley Religiosa Islámica) alcanzó su madurez en una época caracterizada por la transición entre la anarquía tribal y el feudalismo. Y precisamente ese cuerpo jurídico tiene por objeto facilitar esa transición y articular la estructura feudal de una sociedad islámica madura. La Sharia regula todas las relaciones sociales dentro de un marco de jerarquía, en cuyo vértice esta Dios, y que desciende hacia el califa, los caides, el cabeza de familia y finalmente las mujeres, los hijos y los esclavos.
Estas relaciones jerárquicas tienen dos direcciones: del dominado al dominante se exige sumisión; del dominante al dominado, se recomienda misericordia. No cabe duda de que el mundo de anarquía tribal en el que nació Mahoma también se caracterizaba por las relaciones de fuerza; y dado que la fuerza no tenía de su parte la sanción religiosa, es de suponer que tenía que ser aplicada con más profusión. En este sentido, el Islam sustituyó la simple violencia por un principio de sumisión sagrado y venerable. El yugo feudal se volvió más ligero, pero más fuerte.
Pero como os diría cualquier teórico liberal, el poder corrompe. La presunta arcadia feliz de relaciones paternalistas de obediencia y compasión jamás ha existido. Las mujeres, los esclavos, los no-musulmanes y en general aquellos que quedaban debajo en la pirámide feudal, han sufrido los abusos inevitables a los que conduce toda relación de poder incontrolado. Aunque sobre el papel las mujeres y los dhimmis (no-musulmanes) tenían sus derechos garantizados, la realidad es que estos derechos se defendían ante un tribunal de hombres musulmanes bajo un sistema legal donde la palabra de la mujer valía la mitad que la del hombre y la de un no-musulman, no valía nada. Así todas las garantías escritas se disolvían a la hora de la reclamación. Los dhimmis en muchas ocasiones conseguían justicia a base de sobornos y utilizando una floreciente industria del falso testimonio (Bat Ye’or lo describe en su “Caída de la Cristiandad Oriental”) que les permitía burlar las dificultades legales derivadas de su condición de ciudadanos de segunda.
La situación de las mujeres bajo el Islam degeneró rápidamente después de la muerte de Mahoma. Tres elementos distintos han contribuido ha hacer la vida de las mujeres peor en el mundo islámico que en casi cualquier otro grupo humano. En primer lugar el sistema de custodia de la mujer musulmana: la Sharia adscribe a cada mujer un “guardián”, al cargo de la conducta de la mujer. Sean cuales fueren los derechos que las mujeres tienen bajo el Islam, estos están mediatizados por el poder que sus guardianes (marido, padre o hermano) tienen sobre ellas. En segundo lugar el “honor”: el guardián se juega su honor personal en que su guardia sobre la mujer sea eficaz y por tanto cuando una mujer (que en el Islam es una permanente menor de edad) obra de forma no-islámica, el honor de su guardián queda en entredicho. Es decir, los métodos de control colectivo de la Stasi de Alemania del Este, aplicados a la vida sexual femenina.
El sistema de custodia femenina es en si mismo bastante detestable, pero es verdad que podemos encontrar formas de represión semejantes (y con la misma estructura de incentivos) en otras sociedades. Pero lo que tiene pocos paralelos históricos es el nivel de reclusión que fuerzan los hombres sobre las mujeres musulmanas. Ninguna otra sociedad se permite semejantes gastos y esfuerzos para mantener a las mujeres prisioneras. En primer lugar, las mujeres no pueden salir solas a la calle y en muchos países del Golfo la reclusión femenina es total (por ejemplo en el caso de los harenes). Además la ropa oculta la forma femenina completamente (en buena parte de Arabia jamás muestran su rostro ni a sus esposos o hijos). Millones de mujeres viven condenadas a prisión perpetua no por los crímenes que han cometido, sino por los que podrían cometer. En los países africanos donde la reclusión es económicamente inviable, esta se ha sustituido por la ablación genital. Alá es compasivo y misericordioso pero sus adoradores suelen ser un tanto paranoicos.
Todo esto ocurre dentro de una mitología que considera a las mujeres seres intrínsecamente viciosos, a los hombres, incapaces de todo autocontrol y que para colmo de males pone el honor sexual en la cúspide de la escala de valores.
Por supuesto la Sharia reconoce muchos derechos a las mujeres; pero es difícil que puedan defenderlos dado el nivel de dependencia y marginación en el que se encuentran. Tampoco ayudan las suras supremacistas que contiene el Corán:
“Ellas tienen derechos equivalentes a sus obligaciones, conforme al uso, pero los hombres están un grado por encima de ellas” Coran 2.228
"Los hombres tienen autoridad sobre las mujeres envirtud de la preferencia que Alá ha dado a unos sobre otros y de los bienes que gastan. Las mujeres virtuosas son devotas y cuidan, en ausencia de sus maridos, de lo que Alá manda que cuiden. ¡Amonestad a aquéllas de quienes temáis que se rebelen, dejadlas solas en el lecho, pegadles! Si os obedecen no os metáis más con ellas" Coran 4.34
Y mucho peores son las opiniones de los exegetas ortodoxos:
“Los hombres se comportan con las mujeres del mismo modo que el soberano con sus súbditos: ¡con autoridad!”
La Sharia maduró durante un periodo de dos o tres siglos después de la muerte de Mahoma, y para desgracia del mundo en general y de los musulmanes en particular, apenas ha evolucionado. A partir del s.X, la creciente disgregación del mundo islámico desembocó en una permanente debilidad del poder político. Y a pesar de que la teología musulmana se ha caracterizado por notable variedad de sectas y corrientes, el poder cuando se ha sentido débil siempre se ha decantado por el rigorismo. Todos los experimentos de Islam moderno se han encontrado con una sorda oposición y en muchas ocasiones han sido abortados en medio de sangrientas revoluciones. Es cierto que el mundo musulmán ha gozado de monarcas moderados y de periodos más o menos largos de tolerancia. Pero apenas ningún experimento modernizador ha conseguido ser aceptado dentro de la ortodoxia religiosa. La forma más (relativamente) moderada de Islam fue la que se practicó en la Península Ibérica durante el periodo de los Reinos de Taifas, y al poco provocó una encendida reacción rigorista por parte de los almorávides del norte de África.
Cabe decir que toda modernización teológica choca con múltiples obstáculos: la literalidad del Corán, presuntamente escrito por Dios, varios siglos de consensos religiosos ultraconservadores, la naturaleza anti-Islámica de la separación religión-Estado, e incluso el ejemplo personal de Mahoma: al igual que Jesús en el Cristianismo, Mahoma juega un papel ejemplarizante en Islam. Y aunque considero poco edificantes la moral de la otra mejilla y el celibato de Jesús, estos eran excesos que sus seguidores nunca han tendido a replicar masivamente (puesto que van contra las pasiones humanas más elementales). Sin embargo la violencia, la intransigencia y la violenta lujuria de Mahoma han demostrado ser más atractivas para sus partidarios que sus ejemplos de moderación y progresismo.