sábado, abril 22, 2006

EL Sistema Nacional de Dependencia

Por fin este Gobierno, que nos afligido con una vuelta a los privilegios territoriales feudales en España y un indisimulado apoyo a la ultraderecha religiosa del Islam a escala global, ha anunciado una medida que podemos caracterizar, para bien y para mal, de clásicamente socialdemócrata.

El Sistema Nacional de Dependencia consiste en una serie de políticas dirigidas a aliviar las cargas de las familias con uno o varios miembros en situación de dependencia (ancianos que no se pueden valer, sobre todo). El número de hogares en estas condiciones no ha dejado de crecer en España en los últimos años, conforme la esperanza de vida aumentaba, generando un problema social que solo se podrá agravar en el futuro.

La idea de que la sociedad se haga cargo de los riesgos no asegurables de los individuos es un resultado clásico de la teoría económica: un país relativamente rico puede y debe permitirse mantener cualquier esquema de seguro social que no incentive comportamientos irresponsables. En general la dependencia en la Tercera Edad es un riesgo de difícil aseguramiento privado (y más difícil para las clases más desfavorecidas) y es difícil creer que un esquema de seguro universal pueda generar ninguna dinámica perversa.

Es por tanto, más aun que el desempleo o la educación, un sector donde se dan las hipótesis de intervención estatal eficiente y yo personalmente doy la bienvenida a la idea de este Sistema Nacional de Dependencia. No estoy sin embargo en condiciones de evaluar las políticas concretas que ha propuesto el Gobierno. Diré sin embargo lo que la teoría económica ortodoxa recomienda en este caso:

1.-El Estado, que puede redistribuir y debe regular, no puede ni debe producir.
En efecto; el Sistema Nacional de Dependencia tiene muchas papeletas para convertirse en una enorme burocracia, prestataria ineficiente de servicios a la Tercera Edad, a cargo del contribuyente. Una forma de medir la calidad del sistema es medir el número de funcionarios por unidad de presupuesto. Ojalá que tienda a cero.

2.-Ayudar a la sociedad civil a hacer mejor lo que ya hace bien. La familia sigue siendo el primer prestatario de seguro social del país. A veces anda corta de presupuesto y precisamente los subsidios contingentes en el nivel de dependencia y renta son la forma más cómoda de ayudar a las familias. Ellos conocen sus necesidades y pueden comprar en el mercado los inputs (especialmente trabajo) que necesitan para ayudar a los dependientes. La familia no necesita un burócrata en su casa, sino (eventualmente) un empleado.

3.-Iniciativa empresarial y apoyo al I+D privado. La gestión de la Dependencia tiene economías de escala, y las mejoras tecnológicas pueden mejorar la calidad de vida de muchos individuos con gastos limitados. Pues bien: no es necesario subvencionar estas mejoras: si el sistema de redistribución a favor de las familias con dependientes funciona, ellos mismos buscarán en el sector privado las tecnologías y servicios que necesitan.

Solo queda un punto que tratar acerca del Sistema Nacional de Dependencia:

Ejem...¿Cómo lo vamos a pagar? El Gobierno reconoció que no lo tenían muy claro… esta es una constante en la acción de este Gobierno.

La mejor forma de financiar gasto público en un lugar, es quitarlo de otro. En los comentarios espero propuestas de reducción de gasto público para dedicarlos al Servicio Nacional de Dependencia. Yo os voy a dar mi opinión:

Privatizando (que no desmontando) el Estado del Bienestar.

¿Hospitales Públicos? No, Hospitales privados, subvencionados y regulados
¿Escuelas Públicas? No, cheque escolar

Y no solo eso: más seguridad privada, más outsorcing en la Administración, menos funcionarios, y más administración electrónica.

En todo caso en esta medida, ambiciosa y relativamente bien diseñada (hasta donde llega mi conocimiento) intuyo la mano siempre diestra de Solbes. Una vez más, en pugna constante con las tendencias demagógicas y nihilistas de sus propios conmilitones, los economistas del PSOE se consolidan como la única fuerza constructiva de la izquierda española. Que buen vasallo, si hubiere buen señor.

PD.- Egócrata tambien lo defiende: supongo que mis co-bloggers liberales empezarán sus posts de crítica así: "Los socialistas de todos los partidos...". Pero quizá deberían empezar refutando el post sobre seguro social y Estado del Bienestar.



jueves, abril 20, 2006

La II Guerra Fría: El Islam Actual

Llegados a este punto, es el momento de categorizar al enemigo. Empezamos “La II Guerra Fría” haciendo notar el error de categoría [1] que representaba la declaración de “Guerra al Terror” y usamos tentativamente el nombre de “Islam político” para referirnos al enemigo.

No obstante, esa categoría es incompleta y poco operativa. Es simultáneamente demasiado grande y demasiado pequeña: un musulmán que apoye la separación religión-Estado, pero intente implementar privadamente el sistema de la custodia de la mujer musulmana, o la mutilación genital o la poligamia, esta obviamente en el lado opuesto de la II Guerra Fría. Por otra parte, uno que crea que el Estado debe sufragar la enseñanza del Islam, pero tenga una visión progresista, feminista y no-supremacista de su religión debe considerarse en nuestro lado de la barricada.

La cuestión fundamental es la compatibilidad entre el Islam y una ética individualista, no solo en términos formales, sino en términos materiales: una ética que trate a todas las personas con independencia de su sexo y religión como iguales. Una ética que respete las conquistas intelectuales (racionalismo), materiales (capitalismo) y morales (individualismo, feminismo y libertad sexual) de la modernidad. Es decir, la cuestión para el Islam es su compatibilidad con los ideales de la Ilustración. La religión tiene derecho a ir más allá de la Razón, pero nunca en contra de ella.

Las corrientes principales del Islam moderno fallan miserablemente este test. Desde la codificación ortodoxa de Ibn Tamiya, y la progresiva desintegración del espacio musulmán, la mayor parte de las interpretaciones han ido en la dirección de fortalecer los lazos feudales, el despotismo oriental, la barbarie misógina, el irracionalismo y el supremacismo religioso. La cuestión de si la degradación anti-individualista del Islam es un resultado de sus doctrinas más esenciales, o el resultado de un proceso histórico de degradación social generalizada es intelectualmente interesante, pero irrelevante en lo referente al conflicto actual. Es como si los judíos hubiesen discutido bajo las alambradas de Auschwizt si iban a las cámaras de gas como consecuencia inevitable del nacionalismo alemán post-hegeliano, o más bien debido a la coyuntura derivada del Tratado de Versalles. El Islam que hay es este.

Una y otra vez los intelectuales islamófilos utilizan el mismo argumento que los comunistas a quienes tanto se parecen: la violencia y la degradación social que caracterizan al Islam son el resultado de malas interpretaciones, no de la doctrina esencial. Bien por mi, si dentro de esos “malos interpretes” se incluyen al 90% de los imanes y a los intelectuales de la izquierda árabe anti-globalización como Edward Said o de la ultraderecha sofisticada como Tariq Ramadan.

Bien por mi, si dentro de las “interpretaciones equivocadas” esta incluida la doctrina de la custodia femenina, la poligamia, la ablación, la criminalización de la apostatasia, el antisemitismo, el anti-financierismo, el jihadismo, el anticapitalismo y el victimismo post-colonial (por parte de los herederos del Imperio Otomano).

No obstante, la abrumadora mayoría de los musulmanes se apuntan a todos o la mayoría de los errores anteriormente listados y otros muchos sin listar. El Islam es hoy la primera fuente de anti-individualismo en el mundo. ¿Es eso esencial? No lo se. Diré más: tal como yo entiendo la vida de Mahoma, veo excesos revolucionarios, pero también veo una profunda tensión progresista en su obra legislativa y política.

Pero los musulmanes de hoy, mayoritariamente anclados en la literalidad y el tribalismo, comparten los excesos revolucionarios de su Profeta, y su dudoso auto-control personal, sin su sentido del progreso

Todas las religiones, en la medida en que dependen de una tradición no racional, están sometidas a una tensión entre las demandas de una realidad cambiante y la existencia de un texto revelado y presuntamente intemporal. Contra los prejuicios extendidos, la jurisprudencia musulmana es bastante volátil, ya que a pesar de basarse en la literalidad del Corán y los hadithes, esta literalidad es a menudo contradictoria y por tanto ampliamente interpretable. Pero a la hora de enfrentar los retos de una sociedad moderna, los márgenes de la ortodoxia son, sin embargo, demasiado estrechos.

El clérigo musulmán puede decidir a favor de la mujer en un caso de divorcio, pero al liberarla de su marido se ve obligado a entregarla a su padre, en el mismo régimen de minoría de edad permanente. El gobernante islámico pude ser magnánimo en su trato con los cristianos y judíos, pero la corte de la Sharia no puede aceptar nunca su testimonio. Puede aceptarse el trabajo femenino, pero la mujer siempre valdrá la mitad que un hombre. La Sharia es un cuerpo legal flexible, si, pero solo para la gestión de una sociedad tribal y feudal. Los intentos de modernización, es decir, de ir más allá de estos lineamientos feudales para hacer una interpretación no literal, que respete el espíritu de la norma, ahora que su letra se ha quedado obsoleta respecto de cualquier estándar ético universal, han fracasando hasta el momento.

Por eso, esta es una guerra contra el Islam moderno y actual; no contra un mítico Islam eterno, presuntamente perfecto y utópico, sino contra la horrible realidad del presente. Por supuesto, en el mundo musulmán hay profundas tendencias modernizadoras, y una de las posibles fases resolutivas del conflicto es una reforma religiosa. Otra fase resolutiva igualmente, o aún más probable, es un masivo proceso de secularización; pero también es posible que el Islam ahonde en su barbarie actual y precipite a Europa en una guerra religiosa.

La realidad del Islam moderno se divide fundamentalmente entre dos campos: la babarie tradicionalista y el fascismo. Por tanto, sin temor a equivocarnos podemos afirmar que el enemigo es la corriente principal del Islam actual: tanto en su vertiente tradicionalista como en la islamo-fascista. No el Islam como idea (¿quién sabe?) sino el Islam como realidad. Ante esa realidad es necesaria una estrategia dual: primero contención y después apoyo a las fuerzas progresistas.

Pero esa contención no es contención contra el terrorismo, ni contención contra el Islam político: es contención contra el Islam mayoritario actual. No contra una minoría fanática, sino contra una mayoría que comparte los presupuestos de ese fanatismo.

[1] Dan Simmons opina igual: “You can’t go to war against a religion. Radical Islam, maybe. Jihadism. Some extremists. But not a . . . the . . . religion itself” (...) “The American battleships, cruisers, harbor installations, Army barracks, and airfields at Pearl Harbor and elsewhere in Hawaii were all struck by Japanese aircraft. Imagine if the next day Roosevelt had declared war on aviation . . . threatening to wipe it out” En efecto, los USA no renunciaron a la aviación después de Pearl Harbour; y nosotros haríamos mal en renunciar al terror después del 11-S.

miércoles, abril 12, 2006

Sobre Cine y Política

Los últimos veinticinco años se han caracterizado por la derrota intelectual y material de la izquierda y por un éxito espectacular de las ideas liberales. Ante la vasta evidencia de los éxitos económicos del capitalismo (que alcanzan su máxima expresión en el desarrollo de China y la India, y la creación de un nuevo eje de prosperidad en el Pacifico), la izquierda ha abandonado los ideales de la razón ilustrada y la representación de las amplias clases medias, para abrazar el nihilismo y la defensa de los intereses gremiales y tribales.

En el campo del debate racional la izquierda ha desaparecido, sustituida por todas las variedades de polilogismo (desde la “economía alternativa” al ecologismo genocida, pasando por el racismo lingüístico o la contracultura postmoderna). Pero desgraciadamente, su derrota intelectual no se ha filtrado todavía al campo de la creación estética, y los “ingenieros de almas” (como llamaba Stalin a los artistas) siguen militando en el campo de una ideología quebrada, que junto con la barbarie pre-moderna, conspira contra la Civilización, precisamente en su mejor hora.

En los últimos meses he ido al cine con cierta frecuencia, y lo cierto es que hemos podido disfrutar de una serie de películas sumamente interesantes, y con un alto contenido político: “Munich”, “Syriana”, “El Jaridinero Fiel” y “V de Vendetta” han demostrado que en el cine como en la literatura, las buenas ideas se convierten en buenos productos. Tanto en “Munich” como en ”El Jardinero Fiel”, además hemos disfrutado de maravillosas interpretaciones y de una extraordinaria belleza visual (incluyendo a dos preciosas actrices de morbosa elegancia: Rachel Weisz y Ayelet Zorer )

Pero del mismo modo que admiro a la literatura de Karl Marx y el cine de Leni Riefenstahl desde el mas absoluto rechazo político, debo reconocer que todas las películas anteriormente citadas (salvo Munich, que aun siendo un tanto inconveniente, es también sincera y equilibrada) son propagandísticas y manipuladoras.

El ejemplo más extremo es “V de Vendetta”: Los hermanos Wachovsky, además de una historia muy bien contada y espectacular, nos ofrecen, de una forma implícita y tramposa, una cosmovisión paranoica, en la cual los atentados terroristas son provocados por el Estado para recortar nuestras libertades civiles, y en el cual Inglaterra es gobernada por un régimen fascista, que prohibe el Coran, y persigue a los homosexuales, cuando todos sabemos que el único fascismo homófobo que podría llegar a gobernar Inglaterra es el que se basa, precisamente, en el Coran.

“Syriana” pretende convencernos de que la política americana en Oriente Medio esta dirigida a garantizarse los suministros petrolíferos que necesita su voraz consumismo, cuando es un hecho económicamente bien conocido que mientras existan los mercados internacionales de petróleo, lo que decide el acceso al combustible es la productividad marginal de la economía.

“El Jardinero Fiel” nos ofrece una historia sobre experimentación farmaceútica con cobayas humanas en África, que es perfectamente plausible como caso excepcional, y absolutamente increíble como práctica generalizada.

Individualmente, ninguna de estas películas es especialmente preocupante: el cine es espectáculo y ficción, y con sus defectos, todas ellas cuentan historias legítimas, aunque sesgadas. Pero al ir todas en la misma dirección, asistimos a una erosión de la confianza en los Gobiernos democráticos, precisamente en medio de una guerra contra el fascismo islamista: viendo el nivel de coordinación en esta campaña paranoica, no me sorprendería que el dinero saudí anduviera cerca. También asistimos a una oleada de odio anti-empresarial en el momento histórico en que el capitalismo esta avanzando el bienestar de las masas a mayor velocidad.

Ninguna de las películas anteriores ha tenido una replica adecuada: ningún documental independiente nos ha narrado con realismo (con sus pros y sus contras) la formidable historia del capitalismo Asiático en los últimos treinta años; nadie se atreve a contar la lucha épica de Israel por su supervivencia, ni la dinámica despreciable de las cleptocracias Africanas que son la verdadera barrera contra el desarrollo. Nadie ha filmado una historia de la ONU, incluyendo todos los cadáveres que cimientan esa venerable asamblea de Tiranos.

El neoliberalismo (incluyendo ciertas ideas tecnócratas e incluso socialistas) lleva treinta años de éxitos intelectuales y de formidables confirmaciones empíricas. No obstante, si bien la batalla de las ideas y de los hechos la tenemos más que ganada, en la batalla de los sentimientos y de las imágenes estamos fracasando.

Para afrontar la lucha contra el nihilismo y el islamo-fascismo, no basta que sepamos demostrar Teoremas; los científicos sociales debemos aprender a convencer a aquellos que convencen al público. O resignarnos a contemplar, desde nuestras torres de marfil, la victoria de la tiranía y la barbarie.