miércoles, septiembre 28, 2005

La II Guerra Fria: Destrucción Mutua Asegurada

“Señor, no puede suspender la más antigua de nuestras libertades
-Hijo, la más antigua de nuestras libertades es la supervivencia”


Abraham Lincoln


1.-Resimetrización

Cuando se produjo en 1951 el primer y más grave caso de proliferación nuclear de la Historia, es decir cuando la Unión Soviética consiguió las bombas H y A, la situación parecía confusa. ¿Existía un equilibrio estratégico cuando las dos partes poseían armas nucleares? Hoy la respuesta nos parece evidente, pero entonces no lo era en absoluto.

Muchos creían que la potencia de un primer golpe nuclear era tan devastadora (o llegaría a serlo en breve) que de hecho la estrategia optima era lanzar el ataque lo antes posible, ya que la primacía del disparo iba a decidir la contienda.

Si esto hubiese sido así, si esta percepción de la superioridad definitiva del primer golpe se hubiese impuesto en el liderazgo militar de uno de los contendientes de la I Guerra Fría, posiblemente yo no estaría escribiendo este artículo y vosotros no lo estaríais leyendo, porque la especie se habría extinguido.

En efecto, si el que dispara primero gana, el incentivo es disparar ya. La más leve sospecha de que el enemigo se prepara para un ataque obligaría al Estado Mayor de cualquiera de beligerantes a lanzar un ataque preventivo, con lo cual el enemigo pensaría en lanzar un ataque preventivo del ataque preventivo… Un mundo de percepciones y de ataques imaginarios, adelantándose unos a otros en el tiempo, que culminarían en atacar aquí y ahora, lo antes posible.

Afortunadamente ya a mediados de los 50 ambas partes habían desarrollado una estrategia de diversificación (vía submarinos nucleares y lanzadores móviles) que garantizaba una tasa de supervivencia relativamente alta para las fuerzas estratégicas de cada país, de forma que ambos podían asegurarse que unos centenares o miles de bombas no serían destruidas y podían ofrecer un contragolpe aniquilador.

Así se entró en la fase clásica de la I Guerra Fría, caracterizada por el concepto de “Destrucción Mutua Asegurada” y entonces, logrado el punto muerto nuclear, el conflicto se salió de la esfera militar y entró en una fase geopolítica y finalmente político-económica.

El 11 de Septiembre de 2001, como ya discutimos, implicó un diseño renovado de la política nuclear. Se abandonó el proyecto del escudo antimisil, y todo se enfocó en la no-proliferación. El problema de la disuasión antiterrorista parecía inviable.

Al-Quaeda no era un Estado y carecía de una base territorial a la que dirigir un ataque de contragolpe. Careciendo de objetivo, no habia posibilidad de represalia creíble.

Sin embargo la disuasión es posible tan pronto abandonamos la visión de que Al Queda es una organizacion, y entendemos que esa organización responde a una ideología. A la hora de la disuasión, lo que importa no es el territorio que controle en enemigo, sino cuales sus intereses.

Disuadir es algo que ocurre en el territorio subjetivo.

Al Queda como organización no es nuclearmente atacable, pero como parte del entramado islamista se identifica con la Nación Islámica, y por tanto es sensible a cualquier amenaza sobre el cuerpo social que pretende dominar y defender.

Alguien puede decir que la Nacion Islámica no es responsable de que Al Quaeda pretenda representarla, pero no estamos aquí discutiendo sobre responsabilidades morales, sino sobre irrenunciables necesidades estratégicas. Del mismo modo que las ojivas nucleares apuntaban a Rusia, no porque se tratase de castigar a los rusos en caso de un ataque contra América, sino porque se pretendía amenazar a sus dirigentes.

Occidente toma al mundo musulmán como rehén nuclear contra Al Quaeda, del mismo modo que durante la I Guerra Fría el pueblo ruso era el rehén nuclear contra el Politburó del PCUS. Igual de moralmente aceptable que entonces. O lo que sea.

Pero antes de seguir es importante entender la gravedad de la amenaza que representa el Terror Nuclear.


2.-Las consecuencias de un primer impacto

El mayor riesgo de medio y largo plazo que amenaza al mundo Occidental es el terrorismo con armas nucleares. Comparado con la inmediatez y la magnitud de un ataque terrorista nuclear, las crisis financieras, los cambios climáticos o la escasez energética son problemas insignificantes, que una economía dinámica y un Estado fuerte pueden prever y ajustar con suavidad.

El efecto directo de un ataque nuclear sería en si mismo muy notable. Entre decenas y centenares de miles (millones si es una bomba termonuclear) de personas morirían inmediatamente y un tercio más por los efectos de la radiación. Las unidades de quemados se quedaría ridículamente pequeñas y las escenas de desolación resultantes tendrían efectos definitivamente desmoralizadores sobre el público.

Pero comparado con sus efectos sociales, las decenas de miles de muertos quedarían pronto en una anécdota. Al día siguiente sobrevendría la mayor crisis económica de la desde la desaparición del Imperio Romano. Las mayores ciudades de Norteamérica y Europa se vaciarían o al menos verían muy reducida su población. El valor del dinero se volatilizaría, las empresas no podrían trabajar, el consumo se desplomaría y el ahorro indisolublemente unido a la inversión colapsaría en un mar de descoordinación económica. El lector que lee estas líneas, pasaría hambre. Y el lector no quiere eso, ¿verdad? Quiza el lector está ahora más dispuesto a perder unos miles de hombres en Irán.

Enormes masas de capital, intrinsecamente asociadas a una infraestrucura urbana se volverían inútiles. Porque al día siguiente del primer impacto, todas las expectativas se dirigirían hacia el segundo. ¿Dónde? Si el primero fue en Nueva York, el segundo sería en… Los Angeles, Londres, Paris, Tel Aviv…. Es decir, en cualquier sitio.

Dice la máxima clásica del ajedrez que la amenaza es superior a la ejecución. Una vez un enemigo tiene una bomba, puede tener muchas. Cada bomba real se desdoblaría en la mente humana en mar de bombas. Un amenaza falsa podría obligar a desalojar docenas de ciudades. Los procesos autocatalíticos de la dinámica del terror se dispararían en unas proporciones desconocidas.

¿Quien querría invertir?. ¿Quién querría consumir? Mirad vuestras tarjetas de crédito. Ahora miradlas con más cariño. Porque no se las puede dar por sentadas.

El sistema de la Globalización se desplomaría y sería sustituido por la anarquía o por un autoritarismo más o menos intenso. Economía de guerra, militarización, racionamiento, o mucho peor: anarquía hobbesiana. ¿Os he dicho que pasaríamos hambre? Os lo repito…

Para Al-Quaeda, un ataque terrorista nuclear sería el mayor éxito político imaginable y solo pueden ser disuadidos con un contragolpe igualmente masivo.

3.-Contragolpe

En los viejos tiempos, tenía una buena amiga con la que fantaseaba sobre destruir la Meca. Aunque como ensoñación pos-coitum era buena idea, me temo que como curso de acción política resulta bastante mejorable.

El wahhabismo es una forma altísimamente ideológica de religión. Resulta un monoteísmo patriarcal absoluto y obsesivo. Y como monoteísmo obsesivo parte de la irrelevancia del mundo. “Somos pueblo que ama la muerte, y vosotros sois un pueblo que ama la vida”. Los lugares Santos del Islam no cuentan para los wahhabitas. Ponerlos por encima de la instauración del califato sería idolátrico. Por eso una amenaza limitada sobre unas cuantas ciudades simbólicas no sería suficientemente disuasiva. Ellos cambiarían sin dudarlo la Meca por Nueva York. (Son un pueblo que ama la muerte, y nosotros…).

Un contragolpe simbólico que provocase solo unos pocos millones de bajas, es deseable desde el punto de vista de la instauración del califato. El mundo musulman se uniría bajo la bandera del Jihad post-nuclear y sería una guerra de consecuencias imprevisibles, desde Paris a Indonesia.

El contragolpe debe hacer fisicamente infactible tanto el califato como la Jihad. Para ello hay que recodar que el pueblo árabe juega un papel central en la teología musulmana. Y Al Quaeda es una organización árabe. Un contragolpe contra las grandes ciudades de Oriente Medio y el Norte de África podría implicar unos 100 millones de bajas y haría infactible el Jihad. Destruiría porciones muy relevantes de la tierra y población árabe. Contaminaría millones de kilómetros cuadrados. Sería un beso de la muerte para el proyecto Jihadista y un golpe terrible para ese pueblo cuya “mano esta contra todos...”

Además (¿hay que decirlo?) en caso de un ataque nuclear contra Occidente al día siguiente habría que comenzar el transfer integral de la población musulmana. Transfer a la fuerza y usando el Ejercito para garantizar cabezas de puente en los paises de Oriente Medio y Norte de África. Se hizo contra los Alemanes en 1945, y si se produce un ataque terrorista nuclear debe hacerse contra los musulmanes residentes en Europa y los Estados Unidos.

Solo hay un Estado nuclear islámico: Pakistan. Al dia siguiente se debe lanzar un ataque de descabezamiento con todas las fuerzas necesarias. O negociar la entrega de las armas nucleares (y honrar el compromiso de no destruirles luego) , o preparar una invasión para retirarlas o golpear y aceptar un contragolpe. Pakistan no puede ser nuclear después de un ataque terrorista nuclear contra Occidente.

Como dije, el contragolpe debe provocar cerca de 100 millones de bajas en el mundo árabe e Iran (más o menos como hubiese sido en la I Guerra Fría). Eso deja más de dos tercios de la población objetivo viva. No es solo una consideración humanitaria. Esos dos tercios son una poliza contra un contra-contragolpe. Tampoco convendría destruir la Meca en una primera represalia. Solo en caso de que se detonase una segunda bomba. En cuyo caso…

Sería un error para nuestros enemigos creer que este grado de ferocidad es una paranoia personal. La declaración del “Eje del Mal” no fue un comentario inocente. Todo esto esta sin duda planeado. Ocurrirá si el enemigo decide llevar el conflicto al terreno de las armas nucleares.
Espero que lo sepan al otro lado. América ya lo hizo una vez. Es mejor para todos no entrar en ciertas fases del conflicto. Para nosotros sería el fin de nuestra civilización… para el enemigo sería simplemente el fin.

4.-Señalización y compromiso

La dinámica de la Destrucción Mutua Asegurada exige considerar dos problemas clásicos de la Teoría de Juegos: señalización y compromiso.

El problema de compromiso surge al momento siguiente del ataque. ¿No es mejor contemporizar? Si el enemigo tiene alguna duda de que al dia siguiente de la Bomba habrá rendición, la lanzarán ahora antes que luego. Debida a la naturaleza de nuestro sistema político y a esa fracción de traidores del “Osama matanos”, es razonable pensar que no habrá contragolpe. ¿Verdad?

Es una broma ¿no?. En América los traidores del “Osma matanos” son un porcentaje irrelevante y ningún Presidente aceptará una rendición. Y si lo hiciese, los generales le depondrían. Que nadie se engañe: el Golpe de Estado Nuclear sobrevoló en todo momento la I Guerra Fría y despues del 11-S ese fantasma ha vuelto. Yo le doy la bienvenida. Si se produce lo peor, por encima de la democracia esta la superviencia. Y el contragolpe es cuestión de superviencia. Vale por tanto, más que la democracia.

Por si acaso, está Israel. Si no hubiese contragolpe americano, lo tendrían que dar ellos. Si hubiese un ataque, el precio de la rendición les incluiría. Si un ataque de Al Quaeda quedase impune, ningún país podría volver a relacionarse con Israel, por miedo a represalias. A vosotros, generales de la Jihad: ¿Lo sabeis no? Israel si responderá. Y también sabeis que tienen más que suficiente para vosotros. No hay problema de compromiso. Si hay ataque, habrá represalia.

La señalización: Para que una amenaza surta ejemplo, ha de formularse. Pero formular esta amenaza tendría efectos terribles en Oriente Medio. Los musulmanes, ante semejante amenaza existencial virarían hacia el islamismo. America no puede comprometerse públicamente a una política de contragolpe. Sería legitimar a Al Quaeda.

Pero no hay que temer ese problema. Una operación de terrorismo nuclear sería compleja y tendría que implicar a un grupo grande y bien financiado. Esos grupos (el más importante de los cuales es la propia Al Quaeda) no son jugadores irracionales y es fácil contactarles extraoficialmente. Siempre que la voluntad política del contragolpe sea implícitamente clara (como lo es ahora), ellos sabrán captar el subtexto.


5.-La Paz desde la Fuerza

Cuando me decidí por el nombre de II Guerra Fría, no solo expresaba una visión estratégica, sino también un deseo: el deseo de que este conflicto no se dirima en términos nucleares. Que sea una lucha limitada entre profesionales altamente ideologizados y que desemboque en una solución sintética que libere a los pueblos musulmanes sin destruir su sociedad. Que sea la guerra para acabar con todas las Guerras.

Por eso nuestro compromiso de evitar un primer golpe nuclear debe ser total e irrevocable: tan irrevocable como el compromiso a asestar un contragolpe aniquilador si somos atacados. Solo espero que ambas partes obren con una fracción de la responsabilidad que caracterizo la I Guerra Fría. Ese es un interés común del género humano. (De los herederos de la Creación, si crees en esas cosas).

Yo si creo a nuestros enemigos cuando proclaman que su lucha es en nombre de Dios, y que ellos mismos tengan en las armas nucleares un tabú irrebasable. Por tanto espero que estas páginas JAMAS tengan que ser proféticas, sino que al igual que los arquitectos de la “Destrucción Mutua Asegurada”, se pueda decir que los estrategas de la II Guerra Fría, con sus terribles abstracciones y su brutal realismo hicieron, no obstante, una contribución vital para la supervivencia de la especie.

domingo, septiembre 18, 2005

La II Guerra Fría: La Estrategia Profunda y el Dilema de von Neumann

“La guerra contra el terrorismo es principalmente la guerra contra el terrorismo nuclear”

How conservatives lead us to nuclear terror, The New Republic


Desde el 6 de Agosto de 1945 solo hay dos opciones reales de largo plazo para la especie humana: utopía o extinción. Las armas nucleares se pueden utilizar masivamente hasta el exterminio definitivo y por pequeña que sea la probabilidad, en una escala de tiempo geológico se puede dar por segura. Por eso a medio plazo (un par de siglos) es necesario que las armas nucleares sean abolidas. Para que esto sea posible la guerra tiene que ser inviable, porque si no, las armas nucleares seguirán existiendo. Son el arma definitiva, y mientras haya armas, estarán ahí.

El periodo entre la aparición de las armas nucleares y la creación de una sociedad donde la guerra haya sido abolida es el más peligroso de la Historia y no doy por seguro que sobrevivamos. La extinción es posible. La extinción es bastante probable.

Por tanto la gestión de la guerra nuclear es la prioridad política superior de nuestro tiempo. En realidad es la prioridad política superior de la Historia. Este es un hecho absoluto: durante los próximos siglos, a través de las vicisitudes políticas que nos aguarden siempre existe la posibilidad de la aniquilación y evitarla es el interés común de la especie humana.

Los conflictos políticos del futuro van a ocurrir en un marco donde el recurso a la guerra convencional nunca puede ser resolutivo. La última ideología en ser derrotada en un campo de batalla será el nazismo porque cualquier estructura de poder en posesión de armas nucleares puede usarlas ante una amenaza militar existencial, y eso hace que esa amenaza sea inviable.

Así pues, el acontecer político-militar de nuestro tiempo, y desde aquí hasta el Fin de la Historia (en cualquiera de sus dos sentidos: utopía o extinción), se sustanciará en una serie de Guerras Frías.

La I Guerra Fría (1945-1989) se caracterizó por un enfrentamiento entre dos superpotencias industriales, ambas adictas a la gestión racional y firmemente decididas a evitar el conflicto nuclear. No obstante, una historia realista de la I Guerra Fría solo puede escribirse desde la posibilidad del conflicto nuclear. Ambas superpotencias, a la vez que comprometidas a evitar el mega-holocausto, lo veían como posible y en todo momento la prioridad superior de ambos liderazgos fue la disuasión. Fracciones significativas de la riqueza nacional (sobre todo el mejor capital humano disponible) se dedicaron al mantenimiento y mejora de los arsenales y las tácticas. Esfuerzos políticos enormes sirvieron tanto para limitar el conflicto como para señalizar la disposición de los contendientes a ejercer la opción última. Incluso en una fecha tan avanzada como 1985 ambas partes veían la guerra nuclear como muy posible y el KGB dedico su mayor operación internacional a calibrar la posibilidad de que los Estados Unidos estuviese preparando un primer golpe. La guerra nuclear fue siempre el centro de gravedad de la Guerra Fría, y lo será igualmente en este conflicto.

En los albores de la Era Nuclear vivió la mente estratégica más grande la Historia: el matemático húngaro Jhon von Neumann. A lo largo de su vida von Neumann participó en muchos de los descubrimientos que convirtieron la Centroeuropa de entreguerras en un equivalente moderno de la Grecia del s.V a.J.C y después de 1933, en los Estados Unidos fue una figura muy importante en la creación del complejo militar industrial que hizo posible la victoria en la I Guerra Fría.

Después de Hiroshima, von Neumann captó la extensión del problema de la proliferación. Por eso propuso, al poco del lanzamiento de la primera bomba, una invasión preventiva de la Unión Soviética para garantizar el monopolio nuclear. Aquel hubiese sido el primer paso para un imperialismo universal en nombre de la seguridad nuclear. Y aunque parecía detestar esa idea, no veía ninguna solución alternativa para garantizar la supervivencia en un mundo donde fuerzas tan inmensas como las de la energía nuclear podían caer en manos tan irresponsables como las de los fascismos (incluido el rojo).

El problema no ha hecho sino agudizarse. Las armas nucleares son pequeñas y basta una de ellas para provocar una destrucción inenarrable y de consecuencias sociales devastadoras. No existe ninguna forma de evitar el contrabando de una bomba atómica hacia un país desarrollado cualquiera. Cada año decenas de miles de inmigrantes ilegales y toneladas de droga atraviesan nuestras fronteras y el mismo camino lo puede seguir un arma nuclear. Dado un grupo relativamente pequeño de individuos dispuestos a usar la bomba, la única forma de que no lo hagan, es que no la tengan.

Y esto no es solo cierto para bombas de fisión pequeñas. Los grandes artefactos estratégicos también se pueden introducir en contenedores, dentro de una camisa de plomo y hormigón y en un barco pueden viajar hasta cualquier gran ciudad. Es especialmente fútil el control de estos contenedores, ya que se pueden detonar justo antes de la línea fronteriza. Por ejemplo, en la ciudad de Nueva York, bastaría explosionar el artefacto a la entrada del puerto. Si es una bomba H el efecto será, en todo caso, enorme.

Quiero grabar a fuego este concepto:

LA INTERCEPCIÓN NO ES POSIBLE.

El 11-S en si mismo no contuvo una carga especial de información acerca de las armas de destrucción masiva. Los aviones se secuestraron usando unos cutters, pero el mensaje que se recibió en el Pentagono, aparte de un avión en llamas, fue que el enemigo estaba dispuesto a usar la bomba si conseguía una. Aquel día fue una pequeña demo del Apocalipsis.

También fue el día en que las fantasías de un escudo antinuclear desaparecieron. ¿Para que? El lanzador no iba a ser un misil, sino una operación de comando. ¿Y que escudo cabe contra eso?

Entonces alguien decidió sacar de los congeladores criogénicos a los paranoicos profesionales que habían ganado la I Guerra Fría. Y la respuesta fue la de von Neumann: aunque la disuasión es posible (lo que veremos en el próximo post), es mucho mejor la prevención. En ese contexto hay que entender el ataque a Saddam: Iraq se había convertido en agujero negro informativo. Esa clase de lugares no se pueden permitir en el actual contexto. Rumsfeld nos obsequió con la siguiente declaración:

“Hay cosas que sabemos que sabemos y hay cosas que sabemos que no sabemos. Pero también hay cosas que no sabemos que no sabemos.”

Y esas cosas que “no sabemos que no sabemos” son un riesgo inaceptable. En esos agujeros negros puede estar creciendo el desastre. Recordad: La intercepción no es posible.

Como regla general yo diría que cualquier medio es válido para evitar la proliferación salvo la propia guerra nuclear. No es aceptable hacer una “nuclear war to kill the nuclear wars”, pero las operaciones convencionales que sean necesarias dentro del marco de la no proliferación son no solo validas sino obligatorias.

Por supuesto: Iran. Si es factible, un ataque aéreo, si no, invasión terrestre. El desarrollo de una estrategia de no proliferación a bajo coste es la primera obligación del Pentágono. Invasión quirúrgica (solo unas pocas zonas, en forma de comando con fortísimo apoyo aéreo), destrucción de las instalaciones y retirada, si un análisis coste-beneficio demuestra que la ocupación es inviable. Precisamente la Doctrina Rumsfeld resulta óptima para este tipo de operaciones de desarme, aunque mucho más discutible para una ocupación duradera.

Aparte de las operaciones convencionales, la administración Bush declaró inmediatamente a Iran, Korea del Norte e Iraq miembros del Eje del Mal. Bajo la retórica se escondía una clara amenaza: si se produce lo peor, esos tres países serán responsables. Sin pruebas y sin periodos de gracia.

Pero eso nos obliga a pasar a otro asunto, es decir a ir a la segunda línea de defensa tras la no proliferación: si la prevención falla y la intercepción no es posible solo queda la disuasión.

viernes, septiembre 16, 2005

La II Guerra Fría

“Tu hijo Ismael (…) será como un caballo salvaje: su mano estará contra todos y la mano de todos contra él”
Génesis 16,12.

“Estos acontecimientos han dividido el mundo en dos partes: el campo de los creyentes y el campo de los infieles”
Osama bin Laden, 7 de Octubre de 2001


El 11 de Septiembre de 2001. ¿Os acordáis? El día que acabó la Década Dorada. En realidad había acabado un poco antes, cuando fracasó Camp David II. Los ojos de Barak aquel día profetizaban las oleadas de terror. Yo me acuerdo: “Cause the players tried to take the field, the marching band refused to yield.Do you recall what was revealed”. El fin del proceso de Oslo y el comienzo de la Jihad. Aunque la Jihad siempre ha estado ahí.

Cuatro años después la rabia y el orgullo siguen tan vivos como entonces. Durante los próximos meses voy a emprender un viaje que me va llevar desde los abismos del equilibrio del terror nuclear hasta los conflictos inter-étnicos que pueblan el futuro de Europa. Para entender a nuestros enemigos: a los generales de la Jihad, que desde los despachos de Riyad y Teheran, desde los Bancos de Londres y Ginebra, desde las montañas de Afganistán y desde las mezquitas de París dirigen un movimiento político que amenaza con sepultar la civilización por varios siglos y condenar a la humanidad a una represión sin paralelo histórico. Una ideología que ha superado ya la violencia del nazismo y del comunismo y cuya existencia pone en peligro la misma supervivencia de la especie.

Ellos nos conocen: su superstición se mezcla sin embargo con un admirable pragmatismo. Aprovechan las ventajas que les brinda nuestra civilización y saben utilizarlas para precipitar su fin. Han estudiado en nuestras universidades y viven en los vecindarios de las grandes ciudades europeas. Hablan fluidamente nuestros idiomas. Utilizan Internet y conocen perfectamente la ciencia estratégica. Este liderazgo político-religioso ha demostrado osadía, honradez y crueldad ilimitada, y tras los generales de la Jihad hay millones de soldados, menos capaces pero igualmente entregados.

Han capturado buena parte de nuestro sistema político y de los medios de comunicación y cuentan con enormes recursos, resultado no del trabajo productivo y civilizador, sino de las rentas del petróleo, que no han contribuido al bienestar de los pueblos de Oriente Medio, sino a la desgracia del resto del mundo.

¿Y nosotros? A primera vista la situación es desoladora: la clase política europea oscila entre el negacionismo y la traición y el sistema democrático, eficaz a la hora de garantizar la libertad, esta sin embargo expuesto a la captura por parte de grupos de interés, especialmente si están bien financiados. Los medios de comunicación y el sector más nihilista de Occidente saludaron a los nuevos bárbaros al grito de “Osama mátanos” (nada que no hubiésemos visto durante la I Guerra Fría) y los intelectuales que no militan directamente por la rendición, se enzarzan en sonrojantes disquisiciones moralistas.

Sin embargo a un nivel más profundo hay razones para la esperanza: los cuadros intermedios que Gobiernan realmente la sociedad occidental, con su altísima formación técnica forman una reserva casi inagotable de talento. La ética del trabajo, aunque erosionada por algunas formas welfarismo, sigue siendo alta. “Work hard, play hard”, dicen mis amigos de Londres: es nuestra divisa generacional.

Pero sobre todo, de forma todavía primitiva, pero ya audible, se articula la RESISTENCIA. Se susurran las verdades: muchos todavía obligados a servir a los dioses de la corrección política, ya cuentan en privado la noticia de la guerra. En los ambientes tecnócratas, financieros y académicos se rompe el velo de silencio.

Y luego está Internet: el monopolio de la élites político-mediáticas se está acabando. En el orden espontáneo de la Red las consignas vacías no se imponen por la mera repetición. Este conflicto enfrenta la infinita variedad del laptop contra la insoportable monotonía del Corán, y el laptop hará tanto por nuestra victoria como el Coran hace por la de ellos.

El discurso oficial, como ya hemos dicho está todavía muy lejos de toda racionalidad estratégica. El presidente de los Estados Unidos declaro el 12 de Septiembre de 2001 una “Guerra al Terrorismo”, algo tan absurdo como declarar una “Guerra a la Artilleria”. La identificación inequívoca del Islam político como el enemigo era problemática, porque al día siguiente hubiese sido necesario hablar de Arabia Saudi, el corazón de la Bestia.

En una burocracia jerárquica como el gobierno americano, los errores de la cabeza se transmiten amplificados a todas las partes del cuerpo. La doctrina de la "Guerra Antiterrorista" mantiene a Estados Unidos anclados a una retórica contradictoria y genera una situación de división interna

La “Guerra Antiterrorista” se dirime en el terreno de las culpabilidades criminales: a cada paso hay que demostrar complicidades ocultas y parece que la lucha en vez gestionarse conforme a la lógica del pragmatismo político, debe obedecer al sistema de garantías judiciales. Los jueces no ganan guerras y esto que estamos luchando es mucho más que crimen.

Mientras nuestros políticos ocultan la realidad del conflicto individuos como Tariq Ramadan, un general estrella de la Jihad, se mueven por Europa sin mayores dificultades, mientras Ayaan Hirshi Ali vive escondida en su propio país. Sigue sin tregua el goteo inmigratorio. El régimen sirio o el iraní puede utilizar a la ONU para defender su existencia mientras Israel tiene un record de condenas por parte de la asamblea de tiranos que monopoliza la “legalidad iternacional”.

Formulado en términos de lucha contra el terrorismo, este conflicto esta perdido de antemano: Sun Tzu describió en el siglo V a.d.C la situación desesperada a que nos aboca la lógica de la “Guerra Antiterrorista”:

“De ahí que sea hábil en el ataque aquel general cuyo contrincante no sepa que defender, y sea hábil en la defensa aquel cuyo contrincante no sepa que atacar”

Si el enemigo en el terrorismo, no sabremos que atacar, y no sabremos que defender. Pero el propio Sun Tzu nos enseña como re-simetrizar el conflicto:

“Si deseamos luchar, se puede obligar al enemigo a un combate(…). Lo único que tenemos que hacer es atacar cualquier otro lugar que el se vea obligado a socorrer”

Sobre la resimetrización del conflicto, sobre transformar este conflicto en una II Guerra Fría y tratar el Islam político como tratamos al comunismo es sobre lo que va a tratar esta serie de artículos. Eso significa aplicar soluciones amables y constructivas como el Plan Marshall, o apoyar sangrientos regimenes de Seguridad Nacional como los de la América Latina de los 70, dentro de una estrategia de acoso político e ideológico, que permita gestionar la conflagración sin despeñarnos hacia el abismo nuclear ni deslizarnos suavemente hacia la derrota.

Esa lucha contra la barbarie islamista es el destino de nuestra generación, y estas páginas son mi pequeña contribución al esfuerzo de guerra.

lunes, septiembre 05, 2005

On Yeshiva Reform

“You are no doubt aware that the Almighty, desiring to lead us to perfection and to improve our state of society, has revealed us laws which are to regulate our actions. These laws however presuppose an advanced state of intellectual culture. We must first form a conception of the Existence of the Creator according to our capabilities. That is we must have a knowledge of Metaphysics. But this discipline can only be approached after the study of Physics ...”

Moshes Maimonides, “The Guide for the Perplexed”


For two thousand years, the Talmudic community has worked as a hayekian spontaneus order . The rabbis wrote their comments, and other rabbis made comments on those comments. The quality of a text was calibrated by the consensus of the rabbinical community, and the stock of literature slowly increased, creating a fascinating system of crossed links and comments. A dialogue across centuries.

Conservative in ritual and moral affairs, the rabbis have been amazingly open in philosophical terms, and the relatively uniform interpretation of the law in Orthodox Judaism hiddens an eclosion of different cosmovisions, and even more, the most serious and sincere effort to understand the most transcendental of all matters: God´s intentions, in such a intimate way, that any other religion would consider even blasphemous. (Hubris: that´s why G_d chose the Jews).

Great rabbis were respected not by their coactive power, but because of their intellectual and moral reputation. The increasing stock of precedents resembled the anglo saxon law, and the automatic and descentralized checks and balances were parallel to the current system of references in which the scientific community is based on.

Beautiful, isn´t it? No longer.

Using the ultra-representative parliamentary system that has turned the Knesset into a battlefield for special interests, religious parties have kidnapped the budget to keep an state-sponsored system of religious schools (yeshivas). The yeshiva students, close to eighty thousand, are sustained by the state, and exempted from military service.

But the worst part is not the cost or unfairness of this religiously ruled welfare state: for the eternal shame of the religious leadership, the system is intellectually negligible. The majority of the yeshivas, besides religion are esentially ignorant of general culture or science. Given that the “Torah speaks the language of men” (Maimonides), the ones who doesn´t understand the language of men, can forget about understanding the message from God.

Some yeshivas, when try to get a job are unable to get an intellectual or even clerical position. Only a few have universitary studies, and the people that are supposed to spiritually led the most enlightened people of the world would´t be accepted in an educated dinner.

The whole israeli yeshiva system resembles both in cost and inefficiency the Common Agricultural Policy of the EU, and the Shas leaders, instead of religious Jews, look like an exotic version of Jose Bové and other agricultural lobbyists.

Of course, to be a legitimate Jewish state, Israel should fund the study of the Torah. But the Jewish religious studies should´t work as a religious-political monopoly, but as an academic meritocracy. What they used to be.

The sinergies between secular and Jewish studies are not only obvious: they are clearly stated by the greatest all-time Jewish scholar (in the quote that heads this post).

So I propose that the state should sustain yeshivas with a program of bursaries, choosing the candidates to be sponsored from the secular university, with given quotas for every branch of science or arts. A few thousands bursaries should be issued every year, with competitive salaries (instead of tens of thousands with subsistency wages: money for nothing). The students should be finally chosen by the rabbis, but only the ones with good general degrees should be sponsored for the state. If somebody else is interested in yeshivas, he or she can pay for herself.

So, if somebody want to be an sponsored yeshiva student, he should go for university studies on a branch of his election, get good enough marks [1], and then he/she can go for religious studies. In particular, a fixed number [2] of yeshiva bursaries should be granted in every branch, to avoid the system to be overcrowded by a few kinds of studies (Literature for example).

It makes no sense to throw people into the yeshiva with no previous knowledge or interest, so optional religious studies [3] should be offered in the secular universities to help the future religious students. Some could say that if secular studies are compulsive for rabbis, religion should be compulsive for all students.

Not really: a doctor can be no more than a doctor, but a rabbi should always be more than a rabbi.

There are two essential non.religious reasons for this reform. The first is directly practical: an educated religious establishment would be not less radical, but at least more realistic. If Israel goes to theocracy (G_d forbid!), at least it should be a highly educated one, able to keep the country running in an hostile environment.

Secondly, the spillovers from Talmudic science into secular studies, and from secular studies to Talmud could be impressive. Can you imagine how much can help modern individualistic ethics or economics in order to understand the Jewish Law? The other way round, a subtle yeshiva approach into secular Law or political system can give amazing returns.

In some other fields as Physics or Mathematics the result could be even more revolutionary. Modern scientists are trading elegance for empirism. That is something that a religious Jew would never do. For him or her, the Universe is a Text created by G_d. Whether right or wrong, this is always a fruitful approach.

But there is something more: modern Western society, probably the most moral and prosperous of History suffers from a deep crisis. We die from success. Perhaps we need a religion. The monotheism is the most rational of all religious systems, but it needs a deep update, not (only) moral but (essentially) philosophical. I trust the People that created monotheism to produce a new synthesis between a (apparently) meaningless universe and a meaningful Creator.

That should be the final step to Messianic Age: the moment when finally religion could be naturally mixed with the rest of human knowledge. When finally our spirit stops to be divided and confused: when cognitive dissonance is not inevitable anymore.


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[1] People could be picked from the (for example) 40% best of every branch of studies. Within that group, religious authorities should be autonomous to choose their favorite candidates.
[2] My proposal would be that the percentage of yeshiva bursaries for v.g. engineers should be proportional to the percentage of graduated engineers that Israel universities produce every year. If not enough people is interested within a branch, the money allocated goes back to the state.
[3] For example, every Israeli student could be given the opportunity to do the 15% of her credits in religious studies. All religious subjects should be optional.