jueves, abril 17, 2008

Santa Productividad, Ruega por Nosotros

Como la electrodinámica cuántica, la astronomía tolemaica y la relatividad general [1], la ciencia económica tiene sus propios términos de ajuste, para "explicar" lo inexplicable.

Y lo inexplicable, querido lector, es el crecimiento y la innovación. A pesar de la fama de optimismo que acompaña a la ciencia melancólica, el modelo de crecimiento neoclásico tiende a un estado estacionario (I , II), donde el producto deja de aumentar y el volumen de la inversión es igual a la depreciación del capital. Por su parte el modelo neoclásico del agotamiento de los recursos naturales, debido a Hotelling, predice un alza sistemática del precio de las materias primas, conforme el agotamiento obliga a la economía a explotar yacimientos cada vez más marginales.

Sin embargo, la tierra gira, la economía crece y los precios de las materias primas llevan dos siglos reduciéndose. Así que para no hacer el ridículo, los economistas nos hemos tenido que rendir a la evidencia, e incluir términos exógenos que den cuenta del crecimiento. En general suponemos que esos términos se deben a la presión que el mercado ejerce para la mejora permanente de los procesos productivos. El producto crece de dos formas: por movilización de los factores (incluyendo en la función de producción más trabajo, explotando más recursos naturales o dedicando una fracción superior del producto a la acumulación de capital) y por la mejora de los métodos productivos (aprendiendo a usar el mismo volumen de factores para producir más bienes valorados por el consumidor).

La primera forma de crecimiento es sencilla de expresar en forma de una función de producción/consumo/ahorro (veánse los modelos de Ramsey y Solow). La segunda parte está muy afectada de los problemas de predicción que Popper considera en la "La miseria del historicismo". Es difícil predecir la innovación, porque, bueno… es nueva.

En los años 60, la CIA, sinceramente asustada por las cifras de crecimiento de la URSS, y por la promesa de Khruchev de "enterrar el capitalismo", encargó a un grupo de economistas dirigidos por Solow que analizasen las tendencias a largo plazo de la economía soviética.

Solow utilizó una estimación econométrica de la función de producción de los Estados Unidos y la URSS basada en la función de producción Cobb-Douglas. Dividió el crecimiento (numéricamente) en tres factores: el debido a la variación de la fuerza laboral, el debido a la variación de la tasa de ahorro, y un residuo llamado "residuo de Solow", que definió de una forma magistral como "la medida de nuestra ignorancia".

A esa medida de nuestra ignorancia se la llama "productividad".

La conclusión de Solow fue tranquilizadora para sus jefes de la CIA: el crecimiento en los Estados Unidos correspondía principalmente a las ganancias de productividad. En la URSS era el resultado de una masiva movilización de los factores productivos; en consecuencia, dado que la fuerza laboral esta limitada por el total de la población de un país, y la tasa de ahorro en una economía cerrada no puede superar el 100%, el modelo de crecimiento en la URSS era intrínsecamente limitado. Los Estados Unidos seguirían creciendo, mientras la URSS estaba condenada a cambiar su modelo o estancarse. Ocurrió con la exactitud de un reloj suizo en la década siguiente. Una década después el experimento comunista fue liquidado.

España lleva creciendo por movilización de factores durante alrededor de los últimos 7 años. Ahora la fiesta de la construcción se ha acabado. Y por tanto el modelo "debe cambiar". El discurso oficial es claro: "debemos cambiar un crecimiento basado en la construcción por un crecimiento basado en la productividad". Pero querido lector, tú y yo ya sabemos que la productividad es la medida de nuestra ignorancia.

Por tanto quienes proponen ese cambio de modelo, quieren decir (literalmente) que "debemos cambiar un crecimiento basado en la construcción por no sabemos qué".

Si lo dijesen así, todos tendríamos más clara la situación.

[1] Renormalización, epiciclos y constante cosmológica.

martes, abril 08, 2008

Globalización y Hegemonía Americana

A petición de los editores de Loren Ipsum, he escrito esta pequeña nota sobre política exterior americana, Hegemonía, Imperio y Globalización. No dice nada que mis lectores no sepan, pero ordena lo anterior, y es relativamente breve.

En unos días la incluiré en esta entrada, pero por ahora, aquí está:

http://www.lorem-ipsum.es/publicaciones/articulo.php?art=102

Además, aquí podeis comentarla.

miércoles, abril 02, 2008

La Fracción Militarizable de la Riqueza

“El molino de viento produce al señor feudal, la máquina de vapor al capitalista industrial”.

Karl Marx, “La miseria de la filosofía”. 1847

1.-Marx y el motor de la historia

Leí la frase que encabeza este post muy pronto: tal vez a los 16 años; y aún recuerdo la sensación de júbilo que me produjo. Supongo que más que ninguna otra halagaba al incipiente materialista histórico que yo era entonces. Pero incluso en aquel momento me pareció sorprendente la elección del molino de viento como término de comparación, porque el lector ya sabe que lo que produjo al señor feudal fue la armadura, la caballería y los castillos; y lo que acabó con él fue la pólvora.

¿Por qué Marx se centraba en el régimen de producción general en lugar de considerar la tecnología de producción en el sector más específicamente político, es decir, en la guerra?

Supongo que porque los economistas abstractos (y los ricardianos somos los más abstractos de todos) tenemos sesgos: el más importante es suponer que todo es fungible. El modelo marxista de competencia geopolítica era economicista: partía de la noción de excedente de producción y suponía que una sociedad con un régimen de producción superior podía generar un excedente mayor, que se podía utilizar militarmente, de forma que la aparente competencia entre tecnologías militares era ilusoria: lo que realmente competían eran los regímenes de producción, que generaban el excedente que acababa determinando la superioridad militar.

Solo que no es así.

2.-Nomadas y sedentarios

En el s.XVII el mundo llevaba unos 8.000 años conociendo la agricultura. La agricultura genera un excedente de producción por hectárea muy superior (unas 50 veces) a la ganadería extensiva. Este excedente es la base sobre la que se forma una sociedad civilizada, y crea las condiciones para la urbanización.

Comparado con la ganadería extensiva, ciertamente el excedente de una sociedad agraria avanzada es entre uno y dos órdenes de magnitud superior por unidad de terreno. Menor, pero muy apreciable, es ese excedente cuando se mide per capita; y en él se basa la existencia de una sociedad articulada.

No obstante, tan tarde como en 1.681 los manchúes, una tribu nómada, eran capaces de invadir con éxito China. Aunque probablemente sea la última gran invasión nómada de la historia, no era en absoluto la primera: en siglos anteriores diversos pueblos de las estepas de Asia habían invadido las regiones civilizadas y urbanizadas de Asia y Europa: los mongoles en el s.XI habían derrotado a los Imperios árabe, chino, y habían llegado a amenazar Europa.

¿Cómo era posible para un pueblo de las estepas invadir sin dificultad a pueblos mucho más grandes en población y riqueza? Bien, la cuestión es ¿qué riqueza?

En el s.XI, en la era dorada de la caballería, cuando un infante no valía casi nada en el campo de batalla, el factor militar esencial era el número de hombres a caballo y su destreza con ellos. Las inmensas estepas de Mongolia estaban casi despobladas, pero en ellas habitaban más hombres que caballos. Los mongoles no eran muy ricos en oro, y quizá tampoco en espadas, y desde luego eran pocos, pero en aquel momento, como nómadas esteparios tenían una fracción importante del total mundial de caballos y su vida diaria era un permanente entrenamiento militar, precisamente en caballería.

Para los árabes o los chinos, cada jinete y cada caballo era un coste que se tenía que sufragar con el excedente de producción. Para los mongoles, los caballos y el montarlos eran parte de sus actividades productivas como ganaderos esteparios. Las sociedades urbanas que se enfrentaron a los nómadas en el s.XI, o los chinos del s.XVII necesitaban acumular riqueza para defenderse, mientras que para los pueblos esteparios las armas eran a la vez su riqueza.

Esto nos indica una regla general: desde el punto de vista de la competencia geopolítica el elemento económico fundamental no es la riqueza, sino la fracción de esta que se puede desviar fácilmente hacia usos militares.

3. Talasocracias

Otra regularidad interesante, y relacionada con la anterior se refiere a la historia de los poderes marítimos. Si algo los ha caracterizado y sigue haciéndolo (porque vivimos en una Era Talasocrática) es que además de gobernar los mares, suelen ser sociedades mercantiles, científicamente adelantadas y las rutas comerciales que protegen pronto acaban enriqueciendo también a los rivales que acabarán sustituyéndoles: los fenicios pronto fueron sustituidos por los griegos, y la caída de Atenas no se puede entender sin el poder creciente de los griegos de Sicilia, la prosperidad de la Liga de Delos, y la rebelión de sus socios mercantiles, que culminó en el desastre de Siracusa.

En rápida sucesión los genoveses fueron sustituidos por los holandeses, y estos por los ingleses, y finalmente Inglaterra por Estados Unidos. En todo caso, el poder talasocrático se obtiene mediante una sociedad libre, mercantil, y científica. Mientras la guerra terrestre es intensiva en mano de obra, y depende de la capacidad del Estado para efectuar grandes conscripciones, la guerra en el mar es intensiva en capital. Hoy China puede alzar un Ejército de centenares de millones de hombres, pero es impotente no solo para recuperar Taiwan, sino incluso para ser una amenaza seria a solo unos cientos de kilómetros de sus costas. La naturaleza benigna de las talasocracias en la Historia es inevitable: el poder sobre el mar depende no del número de hombres o de los dominios de un Estado, sino de la calidad y abundancia de sus barcos, y los barcos son la herramienta del comercio, es decir, de la prosperidad y la fraternidad internacional.

4.-¿El final de la barbarie?

Con excesivo y posiblemente injustificado optimismo, Gibbon anunciaba el Fin de la Barbarie, asociado al aumento de complejidad de la guerra:

“Las matemáticas, la química, la mecánica o la arquitectura han sido aplicadas al servicio de la guerra, y los contendientes se enfrentan elaborando modos cada vez más complejos de ataque y defensa (…) . El cañón y las fortificaciones forman una barrera infranqueable para el jinete Tártaro. Europa está segura de cualquier futura irrupción de bárbaros, porque antes de conquistar deberían cesar de ser bárbaros. Los avances graduales en el arte de la guerra están siempre acompañados (…) de un aumento proporcional en las artes de la paz y la política civil”.


Edward Gibbon, “Historia de la Decadencia y Caída del Imperio Romano”, Observaciones finales sobre la Caida del Imperio Romano de Occidente

No obstante los Turcos fueron una amenaza para Europa hasta el s.XVII, y en buena parte lo fueron con armas Europeas. Y aunque la barbarie universal es impensable, dado el valor militar de la industria y la ciencia, el lector debe considerar un hecho: hoy como ayer somos rehenes de la función de producción militar. Si nuevas técnicas vuelven a desacoplar la eficacia militar del aumento del nivel de vida y complejidad social, la barbarie podría volver a triunfar.

La visión progresista de la sustitución de los regímenes de producción obsoletos por otros superiores, y de la inevitabilidad del avance social es atractiva, pero a pesar de todo, en un mundo materialista la evolución (la dirección positiva de la Historia) y el progreso (la dirección normativa y subjetiva de mejora del bienestar y las posibilidades humanas), no tienen porque estar alineadas.

Una de las cosas que nos ofrece la tecnología es la posibilidad de ampliar la variedad y extensión de nuestros juegos de suma negativa.