sábado, mayo 28, 2005

Libertad y Materialismo (III): Cognitivismo vs. neurofisiología

Volvemos al territorio siempre fascinante de la relación sujeto-objeto, pero esta vez no para hacer ontología, sino para algo más modesto pero más útil: para entender la relación entre las ciencias subjetivistas (La Teoría de Juegos, y en general todas las ciencias de la elección racional, más los enfoques cognitivistas en psicología) y el marco materialista.

El materialismo fisicalista, que es una cosmovisión, ha engendrado a su vez una metodología: el reduccionismo. La metodología reduccionista consiste en tomar cualquier fenómeno que se desee estudiar y dividirlo en sus partes materiales más sencillas, entender el funcionamiento de las partes (en ocasiones haciendo extrapolaciones estadísticas) y después de entendidas las partes, ensamblarlas. La ciencia como ingeniería inversa.

Desde luego (supuesta la veracidad de la cosmovisión materialista), siempre hay una vía reduccionista para afrontar cualquier fenómeno. En principio es posible entender el cerebro a base de agregar neuronas, y la neuronas a base de agregar metabolitos. En última instancia bastaría integrar todas las ecuaciones del movimiento (en realidad funciones de onda, pero voy a prescindir de la mecánica cuántica) de todas las partículas del cerebro para explicar todo cuanto hace un ser humano.

Es posible, claro: pero cualquier intuición de complejidad nos indica que las vías neurofisiológicas jamás darán resultados valiosos para entender el comportamiento humano.

Utilizando la (sobada) metáfora ordenador/cerebro, la neurofisiología es como tratar entender el funcionamiento de una computadora a partir de sus piezas. En principio es posible: al fin y al cabo los discos ópticos son objetos físicos, los lectores, los chips…todo es materia interaccionando. La “información” es una abstracción humana y es “posible” entender el ordenador como entendemos una grúa. Como pura causalidad materialista.

Pero no es así como realmente trabajamos con una computadora. A un ordenador lo tratamos como una máquina lógica. No intentamos programar a base de entender la física de los circuitos, sino aplicando la semántica del lenguaje. Lo cierto es que el informático no trabaja con voltímetros sino con comandos.

Lo mismo pasa con las Ciencias Humanas. Los seres humanos tienen voluntad y deseos. Los seres humanos eligen y piensan. Es cierto que todo cuanto somos corresponde biyectivamente a un sustrato material, pero nada nos impide utilizar nuestro privilegiado conocimiento de la subjetividad (que es lo que somos) para hacer ciencia. Que las leyes de la voluntad correspondan biyectivamente con un sustrato material no quiere decir que esas leyes no tengan su propia coherencia interna.

Durante años, los reduccionistas han utilizado el ordenador como un poderoso argumento de que las funciones cognitivas pueden ser reproducidas por las máquinas. Es cierto: pero a la vez, el ordenador es un ejemplo de cómo las estructuras cognitivas se pueden implementar en la materia. Cada lenguaje de programación es un sistema de objetos semánticos que permiten predecir la evolución de un sistema físico. El Fortran es nada más que una idea “materializada”.

La Teoría de Juegos trata sobre como interaccionan una colección de seres dotados de inteligencia y consciencia. Tratan sobre las consecuencias lógicas de la voluntad racional. Ya hemos visto que la voluntad racional existe en un universo materialista (esta dentro del campo de la subjetividad), y si la voluntad racional existe, la podemos utilizar como un atajo para predecir, o explicar, o manipular el funcionamiento de los sistemas sociales o incluso del individuo particular.

El conductismo, al eliminar la introspección, elimina un atajo para tratar con la realidad. El hecho de que la vía materialista sea siempre posible, no quiere decir que sea accesible, y en todo caso, no quiere decir que sea la más sencilla.

Hay algo que une a los verdaderos científicos, y los separa de los ideólogos: para los científicos la epistemología es una herramienta, jamás un límite. Si una técnica científica permite aumentar nuestro conocimiento del mundo, nunca la rechazaremos; antes bien, ampliaremos nuestra epistemología para incluirla y entenderla.

En cuanto al conocimiento del ser humano, esta claro que la introspección es particularmente útil porque el científico en si mismo es un ser humano, que escribe para otros seres humanos, todos ellos dotados de subjetividad. En última instancia la misión de la Ciencia es hacer la realidad accesible a la consciencia. La introspección es, precisamente, parte de esa consciencia.

En cuanto a la naturaleza de los conocimientos científicos que describen con eficacia la subjetividad humana, el s.XX se ha caracterizado por dar un papel absolutamente exagerado a los “animal spirits”, al inconsciente.

Basta ver la enorme variedad del comportamiento humano en diferentes culturas, para constatar que el componente animal es mínimo en la actividad humana. Las personas obran en conformidad a sus prejuicios ideológicos y los equilibrios sociales en los que viven. Somos, sobre todo, un formidable experimento biológico: seres vivos de instintos debilitados, dominados por nuestras estructuras ideológicas y culturales.

Incluso algo tan intrínsecamente biológico como el sexo resulta muy poco instintivo entre los seres humanos: basta ver la variedad de ritos de cortejo, el fetichismo, la homosexualidad (que en muchas culturas es casi universal) pero sobre todo la ausencia de periodo de celo. La naturaleza humana es no tener naturaleza.

Nuestro universo esta construido de estructuras semánticas, de memes y de lenguaje. Sobre estas bases (que van mucho más allá de lo instintivo) existe una superestructura de voluntad y de elección racional. La inteligencia que busca objetivos.

La “psicología científica” moderna no es más que una colección de estudios patológicos y correlaciones habitualmente espurias. Mientras tanto, un verdadero arsenal intelectual se ha desarrollado para entender la subjetividad. En primer lugar, la teoria de la elección racional y de la elección bajo incertidumbre, después la ciencia de la acción estratégica, es decir la Teoría de Juegos. Como caso particular de la Teoría de Juegos, el subjetivismo marginalista, del que deriva la economía, y que en su formulación definitiva es la Teoría Económica Neoclásica.

La Lingüística y la semiótica, la Teoría de la Información. Y en último lugar, la teoría de las mitologías inconscientes que se ha llamado habitualmente psicoanálisis.

Todas ellas dan un mapa heterogéneo pero cada vez más consistente hacia una teoría unificada de la consciencia que nos ayude a entendernos a nosotros mismos, no como presuntos animales, sino como lo que realmente somos: subjetividades cartesianas. Objetos meta-materiales, eso si, determinados por la materia.


PD.- ¿Adolescentes neonazis? : tu y yo, ya lo sabiámos

sábado, mayo 21, 2005

Libertad y Materialismo (II)

Las ideas tienen consecuencias. Generalmente no deseadas. Durante los últimos cincuenta años, en buena parte gracias a Freud y Rosseau hemos sufrido una psico-sociología de la irresponsabilidad. Los presuntos psicólogos (de todos los partidos) han ido descubriendo (¿fingiendo?) capas sucesivas de determinismo en la conducta humana.

Cada vez que una conducta se explicaba, era inmediatamente eliminada del campo de la responsabilidad, puesto que estando determinada, no podía ser “culpa” del sujeto. El famoso binomio libertad-responsabilidad se sumó imperceptiblemente a las antiguas visiones (animistas) de libertad como ausencia de determinación, de forma que parecía que cuando todas las capas de determinismo cayeran, quedaría la elección humana deliberada: el precipitado final de voluntad, y único sujeto de responsabilidad.

Como ya os hice notar en el post anterior, desde un punto de vista no animista (=materialista), cuando todas las capas de determinismo (físico) caen, NO QUEDA NADA. Si la libertad es ausencia de determinación, no la hay, y por tanto el binomio libertad-responsabilidad conduce a la eliminación de toda la responsabilidad. Mi admirado San Agustín y su discípulo Calvino, reflexionado sobre la gracia y la capacidad profética de Dios, se encontraron con el mismo problema: Dios lo sabe todo y su gracia es irresistible, por tanto todo hombre que peca lo hace por voluntad divina y ¿Cómo puede merecer castigo?. Este problema es una instancia particular de la cuestión del Mal en un mundo dirigido por un Dios infinitamente bueno, e infinitamente poderoso (por cierto, la madre de todos los problemas teológicos).

Bueno…¿existe pues la responsabilidad moral?

Empezando por el principio (que no suele ser el mejor lugar para empezar) hay que recordar que en la cosmovisión materialista hay materia y consciencia y que la consciencia esta determinada por la materia.

La voluntad, como el dolor, el placer o las emociones están en el campo de la subjetividad. De hecho, por el mismo “cogito cartesiano”, la existencia de las sensaciones es demostrable. Cuando yo digo “me duele el pie” (si no miento) esa afirmación es ABSOLUTAMENTE cierta, puesto que se refiere a mi yo consciente. Si percibo que algo me duele, el “algo” es dudoso, pero el “dolor” es innegable, puesto que el dolor es precisamente una percepción. El dolor es parte de mi subjetividad. (Cuando luego afirmo “porque se me ha clavado una astilla”, lo que digo depende de una realidad física de cuyo conocimiento puede dudar racionalmente el escéptico o el solipsista). El yo sintiente y sus percepciones no los puede dudar nadie.

La libertad existe en el campo de la subjetividad: cuando un individuo elige entre varias opciones, toma la que prefiere. Ahí está el acto de voluntad. Su voluntad está determinada, pero eso no la hace menos voluntad. La voluntad es lo que quiero y elijo. El hecho de que yo este determinado para querer o elegir no hace que yo quiera o elija menos.

Supongamos que X asesina a Y. Su yo consciente lo decide. Ese yo es el sujeto de responsabilidad. Es verdad que esa decisión corresponde biyectivamente con una configuración material de su cerebro físicamente determinada. Pero también corresponde a su consciencia. A su YO. El criminal puede decir “estaba escrito” pero no puede decir “no quise”. Lo cierto es que “estaba escrito que quisiese”.

Mas aún, si X asesina a Y comete un acto malvado que demuestra que ES malo. Es responsable de sus acciones, puesto que son la decisión de su yo consciente. Ese “yo” esta determinado a elegir la maldad, pero a la vez (¡por eso mismo!) elige la maldad. En un universo materialista se castiga al malo no por actuar mal, sino por algo mucho peor: por ser malvado. La acción revela la naturaleza. (Y esto es EXACTAMENTE la moral calvinista: el pecado no condena sino que revela la ausencia de gracia).

Nadie se puede esconder tras el determinismo: aunque seas malo “porque el mundo te ha hecho así” el “por que” no quita lo que ERES.

Esta moral calvinista, que yo considero que es la única compatible con el determinismo, tiene algunas consecuencias. Permite crear una jerarquía moral (entiéndase moral no solo como "no hacer mal", sino teniendo también en cuenta las virtudes activas y la capacidad para disfrutar la vida: moral en términos post-cristianos) . Hace que siempre prefiramos a los buenos, pero a la vez excluye odiar a los malos, puesto que lo son por naturaleza. Entonces trataremos a los malos con toda la fuerza necesaria para defender a los buenos, pero sin mayor odio. Me recuerda al concepto cristiano de “amar a los enemigos”, en el sentido de que odiarlos es inútil, pero a la vez determina una jerarquía moral que induce a luchar por defender a los buenos, según el principio talmúdico de que “quien es misericordioso con los crueles, es cruel con los misericordiosos”.

Es una ética que permite la contundencia excluyendo el odio.

sábado, mayo 14, 2005

Libertad y Materialismo (I)

Ya he hablado anteriormente del cisma central de la Modernidad: el que separó hace cinco siglos el subjetivismo cartesiano de la Ciencia Moderna. Descartes reconstruyó la filosofía desde el sujeto pensante, y así abrió el camino hacia el fascinante abismo solipsista. Mientras la filosofía occidental se escapaba hacia el idealismo, la ciencia describía con precisión minuciosa el universo físico postulando que todo cuanto existe no es sino una materia automática, irracional y omnipresente que sigue leyes eternas y donde no hay espacio para la intervención divina o la libertad humana.

La tensión entre el subjetivismo y el materialismo surge a primera vista: El sujeto no forma parte del universo físico: al fin y al cabo el “cogito” cartesiano es una constatación de la irrefutable existencia del alma como sustancia distinta del cuerpo. ¿Como se conecta el cuerpo y el alma en la cosmovisión materialista? El materialista ingenuo diría que su filosofía es monista y que no hay alma. Pero dado que el “yo cartesiano” existe indudablemente, el materialismo no puede ser un monismo: al suponer la existencia de una realidad externa al “yo consciente”, el materialismo es un dualismo: materia y consciencia son sus términos.

¿Cómo se relacionan materia y consciencia en la cosmovisión materialista? Justo al contrario de lo que indica la intuición. En principio, el concepto natural de la relación materia-consciencia es que la voluntad consciente gobierna al cuerpo. Por ejemplo, yo quiero levantar mi brazo derecho y acto seguido el brazo se mueve. Esta voluntad parece tener una existencia autónoma y previa, que puede alterar la materia (el movimiento del brazo ocurre en el universo material).

Obviamente la existencia de un alma SOBRENATURAL es contraria al materialismo. En la cosmovisión materialista la consciencia es algo asociado a la materia y DETERMINADO por ella.

Para entender porque es así, no hay que olvidar que la materia es autónoma y sigue leyes físicas universales que afectan a todos los seres. El hecho de que las leyes físicas gobiernen todo el universo implica que dan cuenta de TODO cuanto ocurre en el plano físico. No cae un cabello de la cabeza, ni muere un pájaro del campo contra las leyes de la Física.

En particular todo cuanto hacemos los seres humanos tiene una contraparte material: por ejemplo, si yo decido hacer un viaje, esta decisión consciente tiene miles de “consecuencias” físicas. Como todo cuando ocurre en el Universo físico esta DETERMINADO por las leyes de la Física, necesariamente mi decisión tiene que estar también determinada por esas leyes. La perspectiva materialista no niega que exista la voluntad humana, pero afirma que esas decisiones voluntarias son el resultado de ciertos procesos físicos (los que se dan en el cerebro). Hay voluntad, y esa voluntad es “real” pero esta determinada. En el universo materialista, las leyes de la Física determinan la voluntad y la acción humana. El determinismo fisicalista es TOTAL. No es un determinismo parcial, en el cual las decisiones son un mixto entre “herencia y entorno” o algo semejante. Es una determinación total de la realidad por la materia. Y además es importante entender que esta aproximación al universo no es en modo alguno marginal o extremista. Mi interés por el solipsismo es puramente intelectual y me lo tomo como una idea fascinante pero nada más; pero la cosmovisión materialista es la filosofía mayoritaria de la comunidad científica y casi unánime en su núcleo duro: los Físicos.

Como ya he dicho, en un universo materialista todo cuanto ocurre, todo cuanto pensamos, esta determinado por las leyes de la física. La consciencia, que NO es parte del universo físico esta sin embargo PERFECTAMENTE determinada por él. No es que haya un “fantasma tras la máquina”, sino que por el contrario la máquina genera el fantasma. Y el fantasma es el rehén indefenso de la maquina.

Es cierto que el determinismo fisicalista nació bajo el paradigma de la Física Clásica, cuando la naturaleza se entendía perfectamente predecible. Ese paradigma, donde bastaba “conocer la posición y velocidad de todas las partículas del universo en un momento dado para predecir todo el futuro del cosmos” ha sido superado con la aparición de la mecánica cuántica, porque a nivel subatómico existe una aleatoriedad irreductible . Pero me parece perfectamente peregrino pretender que en la aleatoriedad de ciertos procesos subatómicos se pueda fundamentar la existencia de la libertad humana. Principalmente porque la aleatoriedad no es libertad. El universo mecano-cuántico es tan inhumano como el de la mecánica clásica.

La cuestión técnica de que procesos materiales son los que están concretamente asociados a la consciencia es, no solo complicada, sino posiblemente inaccesible al empirismo. La consciencia no está en la realidad física, y por eso no hay forma posible de experimentar con otra consciencia que con la de uno mismo. Por ejemplo, medir el nivel de consciencia de los animales es seguramente imposible. La consciencia esta biyectivamente asociada al universo material, pero no ocurre en él. Hay dos hipótesis clásicas sobre las estructuras materiales que corresponden a la consciencia: una opina que la consciencia es un resultado directo de la complejidad de ciertos procesos físicos. Según esa hipótesis no hay ningúna estructura concreta tras la consciencia, sino que ciertas complejidades algorítmicas la producen espontáneamente. Otros creen que el origen del epifenómeno consciente si hay que buscarlo en ciertos procesos físicos especiales, posiblemente mecano-cuánticos. En última instancia, incluso nuestra percepción de que la consciencia esta ligada exclusivamente al sistema nervioso resulta arbitraria. El universo entero puede bullir de consciencia sin que nosotros lo sospechemos. (Pero suponer que está asociada a la complejidad y a la vida parece razonable).

Por supuesto para desechar las consecuencias del materialismo basta desechar el materialismo mismo. Pero quiero hacer notar que esto implica postular que existe un alma sobrenatural. O dicho de otra forma, que las leyes de la Física no son, ni pueden ser completas y que el animismo esta justificado en el reducto último del cerebro humano. Que el esquema formidable y universal de la creación, no vale para el hombre. Que este enorme Universo fue creado para este pequeño planeta. Llevamos cinco siglos, desde el juicio de Galileo, descartando el excepcionalismo humano y nada parece indicar que nos hayamos equivocado.

Mi contacto con la cosmovisión materialista fue muy temprano. Se lo debo a Asimov, a Carl Sagan y a Jhon Gribbin. Durante muchos años, al igual que Kant, tuve que aceptar una brecha absoluta entre mi cosmovisión intelectual donde no cabía la libertad ni la responsabilidad y mi visión de la sociedad humana y del orden moral, donde estas dos cuestiones eran esenciales. Finalmente encontré una solución elegante para combinar la cosmovisión materialista con el criterio ético. Un filósofo ginebrino, cuatro siglos antes, había dado una respuesta similar a un problema análogo: Juan Calvino. Sobre esa solución tratará mi próximo post.

sábado, mayo 07, 2005

Teorema de Coase y fundamentación del Estado (Revisitado)

Después del post de la semana pasada sobre el Teorema de Coase, ha habido una serie de respuestas que merecen aclaración y en vez de añadir comentarios en el post anterior, voy a escribir uno nuevo.
Daniel Rodríguez me dice:

“Hombre, dividido en parcelas el lago y con los derechos de cada uno a su parte claros, nadie tendría derecho a contaminar ninguna parte del lago porque estaría destruyendo la propiedad de otro. Si una parte del lago se contamina por aguas que vienen de otra, el propietario de la primera podría demandar al de la segunda por daños. No obstante, es cierto que los derechos de propiedad son más complicados de hacer funcionar sobre líquidos y gaseosos.”

Lo cierto es que esa respuesta es intuitivamente justa, pero no consigue un resultado económico eficiente como hice notar antes:

“Supongamos que cada pescador tiene derecho a vetar la contaminación [puesto que recibiría daños en su parcela] y ahora imaginemos que (…) la depuradora vale 9.000.000 euros y los beneficios de la pesca en el lago son 4.000.000. Entonces si los 99 restantes se ponen de acuerdo en recibir, por ejemplo 60.000 cada uno y renunciar a la pesca, dejando el lago para la industria, el último exigirá a la empresa 8.000.000-99*60.000=2.060.000, y aun así la empresa tendrá un beneficio de 1.000.000. Todos tienen incentivo a ser el último a entrar en el contrato, así que nadie será el primero. Es decir no habrá contrato y el resultado optimo (en este caso, contaminar) no se alcanzará. Problema de acción colectiva”

En efecto, si lo óptimo es contaminar, ofrecer a cada participante un derecho de veto sobre la contaminación crea incentivos a apropiarse, utilizando ese derecho, del valor de la propiedad de los demás. El derecho de veto da lugar a una situación donde cada agente puede impedir a cualquier otro hacer un uso de su propiedad (dejar que sea contaminada).

El lago de nuestro ejemplo puede ser poseído por parcelas para establecer pesquerías, pero para ser contaminado, solo puede ser poseído en común. Dar derechos a un agente a contaminar su parte sin aceptar responsabilidades es ofrecerle la oportunidad de destruir gratuitamente las propiedades ajenas. Pero a la vez, impedir a un agente contaminar las propiedades de los demás es TAMBIEN impedirle usar la SUYA propia plenamente (para ser contaminada). Ambas reglas implican ofrecer derechos a un agente sobre la propiedad de los demás; esto es así porque como ya he dicho la propiedad del lago COMO SUJETO DE CONTAMINACIÓN es necesariamente común y toda regla aparentemente “individualista” es implícitamente colectiva.

El hecho de que Daniel prefiera una regla :”derecho de veto sobre la contaminación” sobre la otra “derecho a poseer mi propiedad como me plazca”, a pesar de que ambas son simétricas y simétricamente ineficientes (¿e incluso simétricamente injustas?), se debe a que nuestra intuición de justicia esta muy relacionada con el mantenimiento de “statu quo” (que es, en este caso, dejar el lago como está).

Esto es precisamente el corazón del iusnaturalismo: la idea de que el “statu quo” es intocable salvo por decisión unánime (=contractual). Este ejemplo (el lago que debería ser contaminado y no lo es por un problema de acción colectiva) es un caso donde el “statu quo” es ineficiente y no hay solución contractual.

En todo caso, la intangibilidad del “statu quo” para mi no es un valor ético, y por eso mi apoyo a la propiedad privada viene de su valor incentivador y de que detesto las alternativas burocráticas, pero no de su fundamentación moral. No soy conservador y el iusnaturalismo (no me había dado cuenta hasta ahora) es eso: conservadurismo y contractualismo. Apoyo el contractualismo, pero si algo detesto de la propiedad privada es que tiende a perpetuarse y perpetuar el orden social.

Respecto de las soluciones judiciales ( “Si una parte del lago se contamina por aguas que vienen de otra, el propietario de la primera podría demandar al de la segunda por daños”) no hay que olvidar que son también arbitrarias y están sometidas a las críticas generales sobre la imposibilidad del cálculo socialista. Si el juez tiene que decidir la indemnización por la destrucción de una parcela del lago, enfrentará las mismas dificultades de valoración que cualquier otra rama de la administración. En Europa hemos elegido un modelo basado en las decisiones administrativas para enfrentar este tipo de problemas; en los Estados Unidos, las decisiones de esta clase se suelen dejar a los tribunales; el resultado en América es quizá más eficiente, en la medida en que existe la posibilidad de tomar acuerdos extra-judiciales. Pero la sociedad americana es una sociedad hiper-litigante en parte porque el poder judicial hace buena parte de las funciones administrativas.

“Por último, considerar Kyoto como una solución adecuada me lleva a considerar que no has estudiado mucho el tema.” Es cierto: nunca me he creído mucho lo del calentamiento global. Pero creo que las bases de Kyoto (es decir, reparto internacional de derechos de contaminación comerciables) son impecablemente liberales. (En todo caso, como no me creo las hipótesis, tampoco me intereso por la tesis; pero si alguien quiere hacer un rediseño hipotético de Kyoto, suponiendo que fuese realmente necesario limitar las emisiones de CO2, me encantaría leer el resultado)

Dejando aparte el ejemplo del lago, quiero hablar un poco acerca de algunos sectores económicos donde hay claras externalidades:

SEGURIDAD: La seguridad pasiva, es decir la que consiste en poner vallas, guardias o circuitos cerrados de TV en una propiedad tiene escasas externalidades: la propiedad internaliza los costes y las ganancias y ya está. Por tanto, si la tecnología óptima de producción de seguridad fuese defensiva, la seguridad podría ser totalmente privatizada. Ahora bien, si la forma óptima de acabar con el crimen es perseguir a los criminales, entonces hay una enorme externalidad en cada detención: el delincuente va a prisión y eso reduce el número de delincuentes para todos. Si un delincuente reincidiese siempre sobre la misma propiedad, a esa propiedad le seria rentable perseguir al susodicho delincuente. Pero si el delincuente va cambiando de propiedad, los incentivos a detener al criminal PARA CADA PROPIETARIO serían pequeños.

Por otro lado, la persecución privada de delincuentes tiene varios problemas obvios: el más grave, el incentivo del detective a culpar a un inocente en vez de perseguir a los culpables (en mi opinión la tecnología optima para lograr recompensas sería la inculpación falsa, en vez de la persecución de los criminales); además si la regla que se sigue para perseguir a los delincuentes es la de retribución de lo sustraído, el total de botines recuperados será siempre menor que el total de lo robado. Es decir hay incentivos agregados a robar.

Cualquier mecanismo que esté basado en trabajos forzados no será eficaz. El trabajo esclavo es poco productivo. Y la misión principal de la ley ES PREVENTIVA (que no rehabilitadora): el motivo principal para perseguir a los criminales no es resarcir por los daños pasados, sino evitar los daños futuros (el delincuente en general destruye mucho más de lo que consigue: tanto en el robo como en los demás crímenes). Por eso merece la pena gastar siempre mucho más en detener a un criminal de lo que se pueda recuperar en la detención; y merece la pena castigarle por encima del daño causado, para tomar en consideración la probabilidad de NO SER DETENIDO. Todas estas dificultades nos imponen un sistema publico o al menos públicamente subvencionado (o mixto: publico en parte y subvencionado en otras partes) de seguridad interior.

INFRAESTRUCTURAS: sin el Estado expropiando tierras, la construcción de las carreteras y otras infraestructuras sería imposible. El empresario privado tendría que comprar tierras para construir la carretera, y en cuanto los propietarios saben que va a pasar una carretera, sube el precio de las tierras.

Cuantas más parcelas tiene el empresario de la infraestructura, más valora las pocas que le faltan y más piden los propietarios por ellas. Esto encarece las tierras y desincentiva las inversiones en infraestructuras. Así resulta que la carretera no se construye porque el precio de la tierra sería demasiado alto. Y el precio de la tierra es alto SOLO si se construye la carretera. (¡!)

Este efecto os resultará familiar si habéis hecho colecciones de cromos de fútbol. Siempre había uno que os faltaba y a cambio del cual estaríais dispuestos a dar un montón de otros cromos. Ese cromo más allá de su valor intrínseco tenía el valor de ser “el que faltaba”. Los que producían los cromos de fútbol utilizaban ese efecto “cuello de botella” y algunos jugadores jamás aparecían.

Otro ejemplo: Jose Carlos Rodríguez nos recordaba el caso de los facilitadotes inmobiliarios, que negocian que los inquilinos de renta antigua abandonen las casas, para poder construir en el solar. Es obvio que el último inquilino en abandonar el inmueble es el que más recibe. Lo mismo que hacía en el ejemplo del lago el pescador que quedaba el último. En todos estos ejemplos, la existencia de una propiedad común subyacente (el edificio de apartamentos que no puede derribar por un solo inquilino, el lago que no se puede contaminar por un solo pescador, o la carretera que depende de una parcela de tierra), la solución de mercado es INEFICIENTE. Esto no demuestra que la solución pública no lo sea, pero cuando la externalidad es muy grande, no hay opción: El Estado debe intervenir.

¿Cómo se mide la externalidad? ¡Con mucho cuidado!

Medir externalidades en un sistema comunista donde no hay precios es imposible. Pero en un sistema donde la mayoría de los precios están disponibles es mucho más fácil. El Estado en su faceta “empresarial” (diferente a la faceta redistributiva) enfrenta los mismos problemas de agencia y error empresarial que cualquier otro participante en los mercados. Y el mercado es su herramienta para un (necesariamente imperfecto) cálculo socialista.

PD.- Por cierto: ha ganado Tony. Socialdemócrata de mercado. A ver si aprenden aquí.
PD2.-Post y discusión en Liberalismo.org sobre este tema.