La II Guerra Fría: La Desnacionalización de la Política Exterior
1.-El fin del paradigma geopolítico
Mirando con amplitud al panorama político contemporáneo hay dos fenómenos que resumen todos los demás: una fuerte conmoción identitaria y un cambio de paradigma en las tecnologías del poder. Estos fenómenos se manifiestan especialmente en dos grandes procesos sociales: la violenta transición demográfica y la crisis de los Estados nacionales.
El final del Estado-nación ha sido anunciada prácticamente desde antes de su aparición. La evidente arbitrariedad de las fronteras nacionales y la ferocidad militarista de los estados han sido siempre vistas con horror por las fuerzas progresivas. Pero la división lingüística y las tecnologías de los últimos trescientos años, con un régimen de producción taylorista caracterizado por sus fuertes economías de escala (especialmente intensas en el campo militar y del control social) y altos costes de transacción han convertido al Estado nacional en el jugador principal en la escena internacional. El momento álgido de la estatalización de la política exterior fue la era de Bretton-Woods, cuando incluso las relaciones financieras entre distintas naciones estaban reguladas por acuerdos burocráticos, mientras la dinámica política internacional giraba alrededor de un juego de suma cero entre los dos superestados que representaban el socialismo y el liberalismo. Los contendientes de la I Guerra Fría eran ideológicamente internacionalistas, pero sus ideologías aspiraban igualmente a la estatalidad, y por ello eran igualmente territoriales y adictos al realismo geopolítico. La política internacional era un trabajo de diplomáticos y los agentes privados con intereses internacionales debían pasar a través del Estado para verse representados.
Obviamente esto ha cambiado dramáticamente en los últimos treinta años; la globalización económica, las grandes migraciones y las tecnologías de la información y la conectividad han des-estatalizado las relaciones entre los países. Y si la infraestructura tecnológica cambia, no hace falta ser marxista para deducir que la superestructura ideológica tiene que cambiar al unísono: la homogeneidad identitaria que facilitaba la existencia del Estado moderno ya no existe en ningún lugar del mundo, y las lealtades de nuestra era son siempre o primarias (basadas en relaciones personales o identidades tribales) o directamente internacionalistas.
El movimiento jihadista, careciendo en general de las fuerzas del Estado moderno, ha sabido evolucionar rápidamente hacia la para-estatalidad. Giles Kepel en su clásico “La Jihad” documenta claramente la aparición de una identidad islámica con aspiraciones universalistas, no solo en lucha con las fuerzas liberales, sino también con los sectores conservadores y tradicionales del Islam. Eventualmente esta identidad sobrepasa el marco estatal y se opone a el: mientras el gobierno saudí sirve sin recato a los intereses geopolíticos de Estados Unidos, la sociedad civil esta embarcada en un proyecto imperialista religioso. Y aunque Arabia es el corazón de la bestia, los tentáculos ideológicos y el apoyo económico de los saudíes llegan a todo Oriente Medio y a la Diáspora islámica.
2.-La comoditización del Estado
Para entender plenamente las dificultades que afronta el Estado nacional, el punto de partida más natural es el paper de 1937 de Ronald Coase titulado “La naturaleza de la empresa” que sintetiza los principios fundamentales de la teoría económica de la burocracia: según Coase existen dos clases de organización social posible: las estructuras burocráticas basadas en reglamentos y una estructura de poder jerárquica, y las relaciones de mercado, donde la información se transmite a través de precios y contratos no centralizados. En una economía libre se observa la existencia de compañías inmensas y de mercados altamente atomizados; Coase viene a decir que las estructuras centralizadas prevalecen cuando los costes de transacción y las economías de escala son altos, ya que en esas condiciones la ineficiencia burocracia se compensa por las ganancias derivadas del gran tamaño de las operaciones y del hecho de que las relaciones de intercambio directo contienen incentivos perversos o son difíciles de establecer.
Pero las tecnologías de la conectividad no han parado de mejorar en los últimos años: e-Bay, MSN o Google nos permiten contactar sin intermediarios y formar redes de intercambio eficientes. En el pasado, el tratamiento de amplios volúmenes de información exigía el trabajo de centenares de personas, y las grandes burocracias contaban con ventajas insuperables a la hora de recolectar y tratar los datos y de tomar decisiones. Pero cuando los cálculos más complicados se pueden hacer con un ordenador como el que estoy usando ahora, cuando cantidades enormes de información están a un clic de distancia, y formar un equipo de investigación o trabajo a larga distancia se ha convertido en algo tan sencillo como una conversación de MSN, las ventajas de los Estados y las grandes burocracias sufren una fuerte erosión y sus ganancias de eficiencia debidas a las nuevas tecnologías no son capaces de frenarla.
Esto ocurre no solo en los sectores de la producción, sino igualmente en las industrias de la captura de rentas, de la captura del Estado y de la violencia. Y en estos campos vemos como las estructuras orgánicas, no estatales, identitarias y (relativamente) descentralizadas sustituyen la violencia limitada del Estado moderno por un neo-feudalismo, infinitamente más coactivo. En los barrios de las grandes ciudades de Europa pandillas juveniles, mafias y pequeños califatos controlan cada vez más el terreno: quienes desean el poder, ya no necesitan, y a veces tampoco desean, el control del Estado. Las estructuras judiciales garantistas son progresivamente más impotentes; los banliures franceses se están convirtiendo progresivamente en “no-go areas”, y en Suecia la coacción a los testigos, un delito casi desconocido antes, se ha convertido en parte de la estrategia judicial normal. Redes de taxistas musulmanes en Dinamarca, equipados de teléfonos móviles ayudan a las familias a ejecutar crímenes de honor.
Pero esta degradación hacia abajo es solo un aspecto del cerco al Estado moderno. Hacia arriba se manifiesta en un perfeccionamiento enorme de las estrategias de captura del Estado: es decir de la conspiración, la traición y el golpe de estado. Desde hace treinta años el lobby eurábico, representado por moderados como Javier Solana y por extremistas como Ken Livingston están operando una estrategia filo-islámica que ha puesto los medios de comunicación europeos al servicio de una política migratoria que puede condenar a Europa a la pesadilla libanesa, y de un palestinismo ingenuo y antisemita. También fueron determinantes en el gran circo creado para sacrificar al pueblo serbio a las ambiciones turco-albanesas. Pero sería un error pensar en el lobby eurábico como una conspiración unificada y centralizada: por el contrario se trata de un poderoso grupo de influencia, descentralizado y unido por una combinación de ideología de la corrección política y dinero saudí (que a su vez tampoco se distribuye según un plan central). Afortunadamente, en Europa existen políticos y grupos de poder atlantistas y pro-israelíes que han contrapesado significativamente estas tendencias.
En el sector militar la democratización de las tecnologías de la información pone a los Estados y sus fuerzas militares de superficie en serio peligro: los atentados suicidas, los cohetes caseros, los RPG y los dispositivos explosivos improvisados se alían con teléfonos móviles, foros de internet y un uso intensivo de la información pública para crear nuevas variedades de guerrilla urbana, y desde la guerra del Líbano podemos hablar de una “guerrilla estratégica” basada en lanzamientos de cohetes caseros y operaciones de comando. En conjunto, nuevas tecnologías descentralizadas que ponen los antiguos instrumentos monopolizados por el Estado en manos de particulares y fuerzas para-estatales.
Pero los Estados no están desapareciendo: las economías de escala que garantizan el monopolio (cada vez menos) legal de la fuerza siguen existiendo y la imponente maquinaria burocrática del Estado es aun capaz de movilizar recursos inigualables para cualquier otro agente. Históricamente el Estado moderno ha estado unido indisolublemente a unas elites político-burocráticas que cuidaban de su funcionalidad y le imprimían una continuidad identitaria que hacía del propio Estado un actor político. Estas élites identificadas con el Estado-nación son cada vez más impotentes y otros actores, cuya relación con la estructura burocrática es totalmente instrumental son los nuevos protagonistas políticos de nuestra época. El Estado, por tanto es cada vez más una estructura muerta a merced de la captura para-estatal. Privado de las lealtades nacionales, y rodeado de tecnologías de captura y subversión, aporta cada vez menos valor añadido en la cadena del valor político y pasa de ser el actor principal de la política internacional a ser parte del campo de batalla. En terminología económica, el Estado esta siendo “comoditizado”.
3.-Outsourcing en la industria para-estatal
Ahora bien, el hecho de que los nuevos actores para-estatales sean el resultado de las tecnologías “open source” no significa que el tamaño óptimo de la organización en el campo de la captura política sea el de una empresa familiar (¡!). La industria político-militar privada esta sometida a sus propias economías de escala, y a sus propios costes de transacción y es imposible que la estructura de ese mercado sea de competencia perfecta.
Como el resto de las industrias en los últimos treinta años, la característica principal de su reorganización industrial es una separación creciente del núcleo de actividad donde se centralizan las economías de escala y los elementos de alto valor añadido de la firma, mientras los inputs normales se subcontratan en un mercado cada vez más eficiente y competitivo: frente a los grandes conglomerados de los años setenta (que buscaban maximizar su tamaño, en parte por motivos extraeconómicos, y en parte aprovechando unas siempre crecientes tecnologías de escala) la empresa moderna busca centralizar todas sus ventajas comparativas en un núcleo de mínimo volumen y aprovechar la eficiencia del mercado para abastecerse de todos los inputs normales.
Al-Queda, la franquicia para-estatal más paradigmática es también la que ha llegado primero y con más fuerza a este nuevo paradigma político-militar. Sus actividades se mueven siempre en una dirección de máxima optimalidad, desde la edición de publicaciones on-line describiendo tácticas guerrilleras al abastecimiento de armas a grupos afines. Pero Al-Queda no es en si misma mas que un brazo militar de un movimiento jihadista que no es en absoluto tan espontáneo como pretenden los analistas más ingenuos. Las nuevas técnicas militares que estamos viendo en todos los escenarios de la Jihad no son el resultado de la habilidad estratégica de los militantes sobre el terreno: por el contrario se adivina en ellos un estudiado I+D. La sofisticación política de operaciones como la del 11-M revela una comprensión estratégica que supera por un orden de magnitud no solo a los autores materiales del atentado, sino también a la de los operativos militares de Al-Queda y nos indica un cuidado análisis político. Grupos pequeños como Hizbullah cuentan con asesores militares iraníes que estan inventando una nueva forma de guerra en la que la línea entre lo táctico y lo estratégico se desdibuja. La operación militar frustrada en julio de 2006 para derribar aviones en vuelo usando explosivos líquidos revela el trabajo científico de muchos expertos, la mayor parte de los cuales probablemente no sabían para que trabajaban (ya que el núcleo del I+D terrorista posiblemente recurre al outsourcing hacia empresas y universidades para resolver muchos de los problemas técnicos que les surgen).
Evidentemente Al-Queda tiene una importante back-office: como todos los ejércitos de la historia, por cada hombre en primera línea de combate hay otros muchos en retaguardia. Y obviamente la retaguardia no provee medios logísticos (que están al alcance de cualquiera que tenga una tarjeta de crédito y una línea ADSL) sino coordinación política, financiación e inteligencia. La existencia de una clara centralización política aumenta exponencialmente el valor añadido político del terrorismo, puesto que si las acciones militares son aleatorias no influyen las decisiones políticas de los agentes (que se limitan a tratar la violencia política como un riesgo actuarial). Lo que hace a Al-Queda un actor político no es solo su habilidad de hacer la guerra, sino también la establecer treguas. De momento (y será así mientras dure la campaña iraquí), los países occidentales que no apoyen la invasión estarán a salvo. Una vez logrado ese objetivo, la Jihad se dirigirá a otro diferente. Fanatismo religioso y pragmatismo leninista.
Pero si esto es evidente en el caso de Al-Queda, no puede serlo menos en el caso del conjunto del movimiento jihadista: para que un movimiento político-militar sea viable no puede depender solo del idealismo y la identidad, sino también de unos intereses bien alineados. Junto a la superestructura ideológica existe (si, querido Marx) una infraestructura material. Alrededor de la Jihad hay comercio de armas, crímenes comunes, intereses políticos locales, y sobre todo mucho dinero y mucho capital, en general proviniente de las grandes fortunas del Golfo. Las bombas de Al-Queda solo cobran su pleno sentido cuando son retransmitidas por Al-Jazeera. Los medios de comunicación occidentales están muy participados por intereses saudíes (normalmente autónomos respecto de la Casa de Saud). El lobby académico de Edward Said genera la ideología que vomita “The Guardian”, y “The Guardian” sostiene la facción filo-islamista de Livingstone y Galloway: probablemente todos cobran de Arabia y probablemente muchos no lo saben. La existencia determina la conciencia y la conciencia transforma la existencia. Las redes de intereses se cruzan con las redes ideológicas. Eso es un movimiento ideológico: ni caos orgánico ni colusión centralizada: un equilibrio social.
Nuestro bando, desgraciadamente, sigue preso del fetichismo del Estado moderno, y eso nos hace tan vulnerables como el propio Estado. Alguien que se hubiese enrolado en los servicios de inteligencia españoles en 2003 con la idea de tomar parte en la contención de la Jihad, estaría en 2006 trabajando para el gobierno más eurábico del continente. Mucho más maduro políticamente, el pueblo americano parece representar un baluarte seguro contra el islamo-nazismo. Pero el Estado americano está en ocasiones atado de pies y manos, y su captura parcial no puede ser totalmente descartada. En el momento presente solo el Estado de Israel parece totalmente inmune a ser capturado y aún así su democracia también da pruebas de una creciente inmadurez postmoderna.
La solución es imitar la estrategia para-estatalista del enemigo. Si las fuerzas antifascistas pretenden prevalecer, desde luego deberán utilizar al Estado, que sigue siendo una incomparable acumulación de poder, pero no deben depender de él. Los académicos neoconservadores americanos, Halliburton y los think-tanks han sabido representar un poder independiente en América que parece capaz de instrumentalizar el Estado para luchar el conflicto actual. Por si esta instrumentación se vuelve inviable es esencial plantear las operaciones anti-jihadistas de forma que puedan ser cada vez más autónomas, y más económicamente autosuficientes. Y no se puede perder de vista el trabajo necesario para capturar los estados para el conflicto.
Por eso, los grupos de interés antifascistas (empezando por todos los lobbies filo-sionistas) deben plantearse una estrategia global de inversiones (y colaboración mutua) en sectores de alto valor añadido político: compañías de seguridad, alta tecnología, consultoría estratégica, finanzas, universidades privadas y sobre todo medios de comunicación. Una estrategia de off-shorización del conflicto. Y un trabajo para crear un verdadero movimiento ideológico y de masas comprometido con la razón y el individualismo, no solo a nivel de Occidente, sino también en los países musulmanes, donde estas ideas tienen partidarios tan apasionados como nosotros mismos.
PD1.- Global Guerrillas incluye una amplia documentación sobre el tema de los agentes militares para-estatales: en mi opinión peca de simplismo al apoyar la teoría de las redes totalmente no centralizadas (en oposición al modelo núcleo-periferia que yo he descrito arriba), pero sigue riendo un “must read” sobre el tema. Al blogroll.
PD2.-“Eowyn” de “Noticias de Eurabia” ha vuelto en: The Anti-Jihad Pundit y Toasted Bread.
PD3.- Andrés Gil Van der Walde (de Liberalismo.org) ha abierto un blog propio llamado “Escepticismo y Libertad” que no solo es intelectualmente brillante sino también estéticamente espectacular.