El Declive de la Renta Exógena del Petróleo y sus Consecuencias
Ya me referí en un post anterior al concepto de renta exógena. Una fuente de renta es exógena si no depende del trabajo humano. Históricamente la renta del factor tierra, en el sentido ricardiano del término se ha considerado dada y su posesión era una apropiación de algo no producido.
Esta renta consiste en "la porción del producto que se le paga al terrateniente por el uso de la tierra, sin contar rentas del capital". Añade Ricardo que "debido a que la tierra no es ilimitada en cantidad ni uniforme en calidad, cuando la población aumenta, la tierra de calidad inferior es cultivada, y en ese momento la tierra de mayor calidad empieza a ofrecer renta, que es igual a la diferencia en productividad de los dos tipos de tierra"
Por eso, el economista Leon Walras propuso en el s.XIX la nacionalización total de las rentas de la tierra (convirtiendo al Estado en el único terrateniente, que alquilaría la tierra a los agricultores o empresas mineras por un periodo dado, o por una fracción del producto) y la supresión del resto de los impuestos. Consideraba Walras que la actividad humana creativa debía recompensarse e incentivarse, y por tanto era inmoral y anti-económico tasar el trabajo y los beneficios, pero que las rentas parásitas debidas a una mera apropiación de la naturaleza debían servir a la colectividad. La idea se siguió en el caso de las rentas mineras, pero jamás se aplicó a la agricultura. El problema es que es muy difícil decidir cual sería el alquiler fuera del proceso de mercado: es decir, en el output agrícola es muy complicado distinguir la renta ricardiana de la tierra del rendimiento del capital invertido (en forma de acequias, vallas, pozos y otras mejoras).
Sin embargo en el caso de la minería, a lo largo de la segunda mitad del s.XX, el Estado se ha ido apropiando de los productos del subsuelo. En el momento presente, el petróleo, que es el recurso natural más valioso a nivel global, esta básicamente nacionalizado en todos los países exportadores importantes.
En Arabia Saudi, la compañía ARAMCO, en Venezuela PDVSA, en México PEMEX, y en Rusia una serie de holdings en manos de la oligarquía post-soviética (con el gigante Gazprom a la cabeza), tienen en sus manos más de dos tercios de las reservas probadas. Una situación probablemente peor se da en el caso del gas natural.
En los buenos-viejos tiempos en que la extracción de petróleo se realizaba por el expeditivo método de hacer un agujero en la tierra y meter lo que salía en cubos, los beneficios del petróleo eran básicamente renta exógena y su tasación total tenía sentido económico. Desde luego, el lector familiarizado con la maldición de los recursos y la Teoría de la Elección Pública ya sabe que las consecuencias de esa tasación han sido devastadoras, pero al menos la ortodoxia fiscal estaba de parte de los expropiadores [1].
Sin embargo conforme nos movemos hacia yacimientos más marginales, la extracción de petróleo exige cantidades crecientes de capital y tecnología; es decir, el producto de la tierra es cada vez menos "renta ricardiana de la tierra" y es cada vez más "renta del capital". Y los recursos energéticos son cada vez menos renta exógena, y cada vez más renta generada; por tanto su tasación total es crecientemente contraproducente.
Con la escasa ética del trabajo y las tecnologías anticuadas de extracción de las grandes empresas públicas, el declive de los yacimientos va a ser rápido. La extracción petrolífera ha pasado de ser pura apropiación de renta a ser una industria de alta capitalización. Pero en la última década, ya estamos hablando de empresas de teconología punta, intensivas en cálculo y simulación informática. En el "Workshop on oil depletion" , encontramos dos presentaciones (en MP3), que nos indican la realidad del creciente nivel de intensidad tecnológica en la industria extractiva y de que solo puede ir a peor (véase I y II).
Desde luego no propongo una privatización sin más de esos recursos naturales; el componente de renta exógena sigue siendo una parte muy importante en los beneficios de la industria del petróleo, y en todo caso tasar un recurso no renovable sigue siendo óptimo por razones fiscales, y si no óptimo, al menos mejor que cualquier otra opción: o sea, óptimo.
Pero la tasación total del beneficio en nombre de la retórica gilipollas de la soberanía nacional y la extracción por parte del Estado, que siempre fueron ineficientes, están a punto de dejar de serlo, para volverse imposibles. Antes de que los países productores sufran una caída monumental de sus ingresos, y las empresas internacionales comiencen a instalar capacidad en tecnologías más caras y marginales para evitar los riesgos políticos (básicamente plantas de liquefacción de carbón), lo mejor desde el punto de vista económico sería que las empresas nacionalizadas se privatizasen y se las tasase con un impuesto sobre las exportaciones. Diseñado con cierto cuidado, y comprometiéndose a un nivel impositivo bien conocido de antemano, esto mejoraría el bienestar de todos.
No creo que me hagan caso, y así con un poco de suerte, de aquí a veinte años las plantas de liquefacción de carbón habrán convertido Siberia en un vergel, y los Saudíes se tendrán que comer la arena del desierto, a cuatro o cinco grados de temperatura más que ahora [2].
PD.- ¿No conocéis Epepeh? Pues a mi me parece uno de los mejores blogs en español. No solo por sus ideas, también por su prosa.
[1] Obviamente a Noruega le ha ido muy bien.
[2] Muy probablemente el IPCC ha exagerado los efectos de dióxido de carbono sobre el clima, pero también ha infravalorado las emisiones de dióxido de carbono por unidad de PIB conforme nos movemos hacia tecnologías más marginales y más sucias.