La II Guerra Fria: Destrucción Mutua Asegurada
“Señor, no puede suspender la más antigua de nuestras libertades
-Hijo, la más antigua de nuestras libertades es la supervivencia”
Abraham Lincoln
1.-Resimetrización
Cuando se produjo en 1951 el primer y más grave caso de proliferación nuclear de la Historia, es decir cuando la Unión Soviética consiguió las bombas H y A, la situación parecía confusa. ¿Existía un equilibrio estratégico cuando las dos partes poseían armas nucleares? Hoy la respuesta nos parece evidente, pero entonces no lo era en absoluto.
Muchos creían que la potencia de un primer golpe nuclear era tan devastadora (o llegaría a serlo en breve) que de hecho la estrategia optima era lanzar el ataque lo antes posible, ya que la primacía del disparo iba a decidir la contienda.
Si esto hubiese sido así, si esta percepción de la superioridad definitiva del primer golpe se hubiese impuesto en el liderazgo militar de uno de los contendientes de la I Guerra Fría, posiblemente yo no estaría escribiendo este artículo y vosotros no lo estaríais leyendo, porque la especie se habría extinguido.
En efecto, si el que dispara primero gana, el incentivo es disparar ya. La más leve sospecha de que el enemigo se prepara para un ataque obligaría al Estado Mayor de cualquiera de beligerantes a lanzar un ataque preventivo, con lo cual el enemigo pensaría en lanzar un ataque preventivo del ataque preventivo… Un mundo de percepciones y de ataques imaginarios, adelantándose unos a otros en el tiempo, que culminarían en atacar aquí y ahora, lo antes posible.
Afortunadamente ya a mediados de los 50 ambas partes habían desarrollado una estrategia de diversificación (vía submarinos nucleares y lanzadores móviles) que garantizaba una tasa de supervivencia relativamente alta para las fuerzas estratégicas de cada país, de forma que ambos podían asegurarse que unos centenares o miles de bombas no serían destruidas y podían ofrecer un contragolpe aniquilador.
Así se entró en la fase clásica de la I Guerra Fría, caracterizada por el concepto de “Destrucción Mutua Asegurada” y entonces, logrado el punto muerto nuclear, el conflicto se salió de la esfera militar y entró en una fase geopolítica y finalmente político-económica.
El 11 de Septiembre de 2001, como ya discutimos, implicó un diseño renovado de la política nuclear. Se abandonó el proyecto del escudo antimisil, y todo se enfocó en la no-proliferación. El problema de la disuasión antiterrorista parecía inviable.
Al-Quaeda no era un Estado y carecía de una base territorial a la que dirigir un ataque de contragolpe. Careciendo de objetivo, no habia posibilidad de represalia creíble.
Sin embargo la disuasión es posible tan pronto abandonamos la visión de que Al Queda es una organizacion, y entendemos que esa organización responde a una ideología. A la hora de la disuasión, lo que importa no es el territorio que controle en enemigo, sino cuales sus intereses.
Disuadir es algo que ocurre en el territorio subjetivo.
Al Queda como organización no es nuclearmente atacable, pero como parte del entramado islamista se identifica con la Nación Islámica, y por tanto es sensible a cualquier amenaza sobre el cuerpo social que pretende dominar y defender.
Alguien puede decir que la Nacion Islámica no es responsable de que Al Quaeda pretenda representarla, pero no estamos aquí discutiendo sobre responsabilidades morales, sino sobre irrenunciables necesidades estratégicas. Del mismo modo que las ojivas nucleares apuntaban a Rusia, no porque se tratase de castigar a los rusos en caso de un ataque contra América, sino porque se pretendía amenazar a sus dirigentes.
Occidente toma al mundo musulmán como rehén nuclear contra Al Quaeda, del mismo modo que durante la I Guerra Fría el pueblo ruso era el rehén nuclear contra el Politburó del PCUS. Igual de moralmente aceptable que entonces. O lo que sea.
Pero antes de seguir es importante entender la gravedad de la amenaza que representa el Terror Nuclear.
2.-Las consecuencias de un primer impacto
El mayor riesgo de medio y largo plazo que amenaza al mundo Occidental es el terrorismo con armas nucleares. Comparado con la inmediatez y la magnitud de un ataque terrorista nuclear, las crisis financieras, los cambios climáticos o la escasez energética son problemas insignificantes, que una economía dinámica y un Estado fuerte pueden prever y ajustar con suavidad.
El efecto directo de un ataque nuclear sería en si mismo muy notable. Entre decenas y centenares de miles (millones si es una bomba termonuclear) de personas morirían inmediatamente y un tercio más por los efectos de la radiación. Las unidades de quemados se quedaría ridículamente pequeñas y las escenas de desolación resultantes tendrían efectos definitivamente desmoralizadores sobre el público.
Pero comparado con sus efectos sociales, las decenas de miles de muertos quedarían pronto en una anécdota. Al día siguiente sobrevendría la mayor crisis económica de la desde la desaparición del Imperio Romano. Las mayores ciudades de Norteamérica y Europa se vaciarían o al menos verían muy reducida su población. El valor del dinero se volatilizaría, las empresas no podrían trabajar, el consumo se desplomaría y el ahorro indisolublemente unido a la inversión colapsaría en un mar de descoordinación económica. El lector que lee estas líneas, pasaría hambre. Y el lector no quiere eso, ¿verdad? Quiza el lector está ahora más dispuesto a perder unos miles de hombres en Irán.
Enormes masas de capital, intrinsecamente asociadas a una infraestrucura urbana se volverían inútiles. Porque al día siguiente del primer impacto, todas las expectativas se dirigirían hacia el segundo. ¿Dónde? Si el primero fue en Nueva York, el segundo sería en… Los Angeles, Londres, Paris, Tel Aviv…. Es decir, en cualquier sitio.
Dice la máxima clásica del ajedrez que la amenaza es superior a la ejecución. Una vez un enemigo tiene una bomba, puede tener muchas. Cada bomba real se desdoblaría en la mente humana en mar de bombas. Un amenaza falsa podría obligar a desalojar docenas de ciudades. Los procesos autocatalíticos de la dinámica del terror se dispararían en unas proporciones desconocidas.
¿Quien querría invertir?. ¿Quién querría consumir? Mirad vuestras tarjetas de crédito. Ahora miradlas con más cariño. Porque no se las puede dar por sentadas.
El sistema de la Globalización se desplomaría y sería sustituido por la anarquía o por un autoritarismo más o menos intenso. Economía de guerra, militarización, racionamiento, o mucho peor: anarquía hobbesiana. ¿Os he dicho que pasaríamos hambre? Os lo repito…
Para Al-Quaeda, un ataque terrorista nuclear sería el mayor éxito político imaginable y solo pueden ser disuadidos con un contragolpe igualmente masivo.
3.-Contragolpe
En los viejos tiempos, tenía una buena amiga con la que fantaseaba sobre destruir la Meca. Aunque como ensoñación pos-coitum era buena idea, me temo que como curso de acción política resulta bastante mejorable.
El wahhabismo es una forma altísimamente ideológica de religión. Resulta un monoteísmo patriarcal absoluto y obsesivo. Y como monoteísmo obsesivo parte de la irrelevancia del mundo. “Somos pueblo que ama la muerte, y vosotros sois un pueblo que ama la vida”. Los lugares Santos del Islam no cuentan para los wahhabitas. Ponerlos por encima de la instauración del califato sería idolátrico. Por eso una amenaza limitada sobre unas cuantas ciudades simbólicas no sería suficientemente disuasiva. Ellos cambiarían sin dudarlo la Meca por Nueva York. (Son un pueblo que ama la muerte, y nosotros…).
Un contragolpe simbólico que provocase solo unos pocos millones de bajas, es deseable desde el punto de vista de la instauración del califato. El mundo musulman se uniría bajo la bandera del Jihad post-nuclear y sería una guerra de consecuencias imprevisibles, desde Paris a Indonesia.
El contragolpe debe hacer fisicamente infactible tanto el califato como la Jihad. Para ello hay que recodar que el pueblo árabe juega un papel central en la teología musulmana. Y Al Quaeda es una organización árabe. Un contragolpe contra las grandes ciudades de Oriente Medio y el Norte de África podría implicar unos 100 millones de bajas y haría infactible el Jihad. Destruiría porciones muy relevantes de la tierra y población árabe. Contaminaría millones de kilómetros cuadrados. Sería un beso de la muerte para el proyecto Jihadista y un golpe terrible para ese pueblo cuya “mano esta contra todos...”
Además (¿hay que decirlo?) en caso de un ataque nuclear contra Occidente al día siguiente habría que comenzar el transfer integral de la población musulmana. Transfer a la fuerza y usando el Ejercito para garantizar cabezas de puente en los paises de Oriente Medio y Norte de África. Se hizo contra los Alemanes en 1945, y si se produce un ataque terrorista nuclear debe hacerse contra los musulmanes residentes en Europa y los Estados Unidos.
Solo hay un Estado nuclear islámico: Pakistan. Al dia siguiente se debe lanzar un ataque de descabezamiento con todas las fuerzas necesarias. O negociar la entrega de las armas nucleares (y honrar el compromiso de no destruirles luego) , o preparar una invasión para retirarlas o golpear y aceptar un contragolpe. Pakistan no puede ser nuclear después de un ataque terrorista nuclear contra Occidente.
Como dije, el contragolpe debe provocar cerca de 100 millones de bajas en el mundo árabe e Iran (más o menos como hubiese sido en la I Guerra Fría). Eso deja más de dos tercios de la población objetivo viva. No es solo una consideración humanitaria. Esos dos tercios son una poliza contra un contra-contragolpe. Tampoco convendría destruir la Meca en una primera represalia. Solo en caso de que se detonase una segunda bomba. En cuyo caso…
Sería un error para nuestros enemigos creer que este grado de ferocidad es una paranoia personal. La declaración del “Eje del Mal” no fue un comentario inocente. Todo esto esta sin duda planeado. Ocurrirá si el enemigo decide llevar el conflicto al terreno de las armas nucleares.
Espero que lo sepan al otro lado. América ya lo hizo una vez. Es mejor para todos no entrar en ciertas fases del conflicto. Para nosotros sería el fin de nuestra civilización… para el enemigo sería simplemente el fin.
4.-Señalización y compromiso
La dinámica de la Destrucción Mutua Asegurada exige considerar dos problemas clásicos de la Teoría de Juegos: señalización y compromiso.
El problema de compromiso surge al momento siguiente del ataque. ¿No es mejor contemporizar? Si el enemigo tiene alguna duda de que al dia siguiente de la Bomba habrá rendición, la lanzarán ahora antes que luego. Debida a la naturaleza de nuestro sistema político y a esa fracción de traidores del “Osama matanos”, es razonable pensar que no habrá contragolpe. ¿Verdad?
Es una broma ¿no?. En América los traidores del “Osma matanos” son un porcentaje irrelevante y ningún Presidente aceptará una rendición. Y si lo hiciese, los generales le depondrían. Que nadie se engañe: el Golpe de Estado Nuclear sobrevoló en todo momento la I Guerra Fría y despues del 11-S ese fantasma ha vuelto. Yo le doy la bienvenida. Si se produce lo peor, por encima de la democracia esta la superviencia. Y el contragolpe es cuestión de superviencia. Vale por tanto, más que la democracia.
Por si acaso, está Israel. Si no hubiese contragolpe americano, lo tendrían que dar ellos. Si hubiese un ataque, el precio de la rendición les incluiría. Si un ataque de Al Quaeda quedase impune, ningún país podría volver a relacionarse con Israel, por miedo a represalias. A vosotros, generales de la Jihad: ¿Lo sabeis no? Israel si responderá. Y también sabeis que tienen más que suficiente para vosotros. No hay problema de compromiso. Si hay ataque, habrá represalia.
La señalización: Para que una amenaza surta ejemplo, ha de formularse. Pero formular esta amenaza tendría efectos terribles en Oriente Medio. Los musulmanes, ante semejante amenaza existencial virarían hacia el islamismo. America no puede comprometerse públicamente a una política de contragolpe. Sería legitimar a Al Quaeda.
Pero no hay que temer ese problema. Una operación de terrorismo nuclear sería compleja y tendría que implicar a un grupo grande y bien financiado. Esos grupos (el más importante de los cuales es la propia Al Quaeda) no son jugadores irracionales y es fácil contactarles extraoficialmente. Siempre que la voluntad política del contragolpe sea implícitamente clara (como lo es ahora), ellos sabrán captar el subtexto.
5.-La Paz desde la Fuerza
Cuando me decidí por el nombre de II Guerra Fría, no solo expresaba una visión estratégica, sino también un deseo: el deseo de que este conflicto no se dirima en términos nucleares. Que sea una lucha limitada entre profesionales altamente ideologizados y que desemboque en una solución sintética que libere a los pueblos musulmanes sin destruir su sociedad. Que sea la guerra para acabar con todas las Guerras.
Por eso nuestro compromiso de evitar un primer golpe nuclear debe ser total e irrevocable: tan irrevocable como el compromiso a asestar un contragolpe aniquilador si somos atacados. Solo espero que ambas partes obren con una fracción de la responsabilidad que caracterizo la I Guerra Fría. Ese es un interés común del género humano. (De los herederos de la Creación, si crees en esas cosas).
Yo si creo a nuestros enemigos cuando proclaman que su lucha es en nombre de Dios, y que ellos mismos tengan en las armas nucleares un tabú irrebasable. Por tanto espero que estas páginas JAMAS tengan que ser proféticas, sino que al igual que los arquitectos de la “Destrucción Mutua Asegurada”, se pueda decir que los estrategas de la II Guerra Fría, con sus terribles abstracciones y su brutal realismo hicieron, no obstante, una contribución vital para la supervivencia de la especie.