Libertad y Materialismo (III): Cognitivismo vs. neurofisiología
Volvemos al territorio siempre fascinante de la relación sujeto-objeto, pero esta vez no para hacer ontología, sino para algo más modesto pero más útil: para entender la relación entre las ciencias subjetivistas (La Teoría de Juegos, y en general todas las ciencias de la elección racional, más los enfoques cognitivistas en psicología) y el marco materialista.
El materialismo fisicalista, que es una cosmovisión, ha engendrado a su vez una metodología: el reduccionismo. La metodología reduccionista consiste en tomar cualquier fenómeno que se desee estudiar y dividirlo en sus partes materiales más sencillas, entender el funcionamiento de las partes (en ocasiones haciendo extrapolaciones estadísticas) y después de entendidas las partes, ensamblarlas. La ciencia como ingeniería inversa.
Desde luego (supuesta la veracidad de la cosmovisión materialista), siempre hay una vía reduccionista para afrontar cualquier fenómeno. En principio es posible entender el cerebro a base de agregar neuronas, y la neuronas a base de agregar metabolitos. En última instancia bastaría integrar todas las ecuaciones del movimiento (en realidad funciones de onda, pero voy a prescindir de la mecánica cuántica) de todas las partículas del cerebro para explicar todo cuanto hace un ser humano.
Es posible, claro: pero cualquier intuición de complejidad nos indica que las vías neurofisiológicas jamás darán resultados valiosos para entender el comportamiento humano.
Utilizando la (sobada) metáfora ordenador/cerebro, la neurofisiología es como tratar entender el funcionamiento de una computadora a partir de sus piezas. En principio es posible: al fin y al cabo los discos ópticos son objetos físicos, los lectores, los chips…todo es materia interaccionando. La “información” es una abstracción humana y es “posible” entender el ordenador como entendemos una grúa. Como pura causalidad materialista.
Pero no es así como realmente trabajamos con una computadora. A un ordenador lo tratamos como una máquina lógica. No intentamos programar a base de entender la física de los circuitos, sino aplicando la semántica del lenguaje. Lo cierto es que el informático no trabaja con voltímetros sino con comandos.
Lo mismo pasa con las Ciencias Humanas. Los seres humanos tienen voluntad y deseos. Los seres humanos eligen y piensan. Es cierto que todo cuanto somos corresponde biyectivamente a un sustrato material, pero nada nos impide utilizar nuestro privilegiado conocimiento de la subjetividad (que es lo que somos) para hacer ciencia. Que las leyes de la voluntad correspondan biyectivamente con un sustrato material no quiere decir que esas leyes no tengan su propia coherencia interna.
Durante años, los reduccionistas han utilizado el ordenador como un poderoso argumento de que las funciones cognitivas pueden ser reproducidas por las máquinas. Es cierto: pero a la vez, el ordenador es un ejemplo de cómo las estructuras cognitivas se pueden implementar en la materia. Cada lenguaje de programación es un sistema de objetos semánticos que permiten predecir la evolución de un sistema físico. El Fortran es nada más que una idea “materializada”.
La Teoría de Juegos trata sobre como interaccionan una colección de seres dotados de inteligencia y consciencia. Tratan sobre las consecuencias lógicas de la voluntad racional. Ya hemos visto que la voluntad racional existe en un universo materialista (esta dentro del campo de la subjetividad), y si la voluntad racional existe, la podemos utilizar como un atajo para predecir, o explicar, o manipular el funcionamiento de los sistemas sociales o incluso del individuo particular.
El conductismo, al eliminar la introspección, elimina un atajo para tratar con la realidad. El hecho de que la vía materialista sea siempre posible, no quiere decir que sea accesible, y en todo caso, no quiere decir que sea la más sencilla.
Hay algo que une a los verdaderos científicos, y los separa de los ideólogos: para los científicos la epistemología es una herramienta, jamás un límite. Si una técnica científica permite aumentar nuestro conocimiento del mundo, nunca la rechazaremos; antes bien, ampliaremos nuestra epistemología para incluirla y entenderla.
En cuanto al conocimiento del ser humano, esta claro que la introspección es particularmente útil porque el científico en si mismo es un ser humano, que escribe para otros seres humanos, todos ellos dotados de subjetividad. En última instancia la misión de la Ciencia es hacer la realidad accesible a la consciencia. La introspección es, precisamente, parte de esa consciencia.
En cuanto a la naturaleza de los conocimientos científicos que describen con eficacia la subjetividad humana, el s.XX se ha caracterizado por dar un papel absolutamente exagerado a los “animal spirits”, al inconsciente.
Basta ver la enorme variedad del comportamiento humano en diferentes culturas, para constatar que el componente animal es mínimo en la actividad humana. Las personas obran en conformidad a sus prejuicios ideológicos y los equilibrios sociales en los que viven. Somos, sobre todo, un formidable experimento biológico: seres vivos de instintos debilitados, dominados por nuestras estructuras ideológicas y culturales.
Incluso algo tan intrínsecamente biológico como el sexo resulta muy poco instintivo entre los seres humanos: basta ver la variedad de ritos de cortejo, el fetichismo, la homosexualidad (que en muchas culturas es casi universal) pero sobre todo la ausencia de periodo de celo. La naturaleza humana es no tener naturaleza.
Nuestro universo esta construido de estructuras semánticas, de memes y de lenguaje. Sobre estas bases (que van mucho más allá de lo instintivo) existe una superestructura de voluntad y de elección racional. La inteligencia que busca objetivos.
La “psicología científica” moderna no es más que una colección de estudios patológicos y correlaciones habitualmente espurias. Mientras tanto, un verdadero arsenal intelectual se ha desarrollado para entender la subjetividad. En primer lugar, la teoria de la elección racional y de la elección bajo incertidumbre, después la ciencia de la acción estratégica, es decir la Teoría de Juegos. Como caso particular de la Teoría de Juegos, el subjetivismo marginalista, del que deriva la economía, y que en su formulación definitiva es la Teoría Económica Neoclásica.
La Lingüística y la semiótica, la Teoría de la Información. Y en último lugar, la teoría de las mitologías inconscientes que se ha llamado habitualmente psicoanálisis.
Todas ellas dan un mapa heterogéneo pero cada vez más consistente hacia una teoría unificada de la consciencia que nos ayude a entendernos a nosotros mismos, no como presuntos animales, sino como lo que realmente somos: subjetividades cartesianas. Objetos meta-materiales, eso si, determinados por la materia.
PD.- ¿Adolescentes neonazis? : tu y yo, ya lo sabiámos