Entre los comentarios incluidos en
“Anatomía del Antisemitismo” había uno debido a Jose María, listando una serie de objeciones al papel histórico de los judios europeos.
Creo que las posiciones políticas de Jose María se pueden calificar de conservadoras (¿quiza incluso reaccionarias?), y reconozco que si yo fuese conservador, también sería moderadamente antisemita, ya que los judios han militado masivamente en todas las variedades anti-conservadoras de la izquierda y de la derecha.
Muchas de sus afirmaciones se refieren a tendencias reales, que merecen ser discutidas. Siendo sincero, no me gusta que la acusación de anti-semitismo (ni siquiera cuando es cierta) sirva para sustituir el debate. Calificar algo de antisemita, racista, o socialista no añade nada: todo debe ser evaluado por su propio peso.
1.- ¿Es el Talmud o la religión judía hostil a los gentiles o a los cristianos?El Talmud, aún mas que la propia Biblia es el resultado de una serie (relativamente bien documentada) de controversias académicas, y por tanto, como la Biblia, es también contradictorio. El lector de la Biblia puede encontrar momentos de violenta xenofobia (libro de Esdras) e historias de amor interétnico (libro de Ruth) a solo unas páginas de distancia. En todo caso, como la propia Torah, la relación que el judaísmo propone hacia los gentiles es de claro respeto. Todas las regulaciones Bíblicas referidas al trato con los gentiles acaban diciendo:
“porque tu fuiste extranjero en tierra de Egipto”.
En general la relación de los judios hacia los no-judios ha estado dominada por una mezcla de fascinación, respeto y
notable desconfianza. El gentil se ve como una potencial amenaza, pero no como un irremediable enemigo. Dada la peripecia histórica de los israelitas, me parece razonable.
Desde luego no es imposible encontrar comentarios religiosos fuertemente supremacistas, pero esta línea no ha sido mayoritaria en ningún momento histórico. No olvidemos que desde los escritos proféticos posteriores al exilio de Babilonia, se ha entendido que el proceso de redención de Israel afecta al conjunto de la Humanidad y que la vuelta a Sión abriría una era de concordia universal bajo los principios de la Torah (aunque paradójicamente, muchos intérpretes esperaban la nulificación de algunos mandamientos).
Al contrario que los monoteísmos proselitistas (Cristianismo e Islam), el judaísmo elude el odio teológico, y el tema de la salvación de los gentiles esta envuelto en una polémica de más de 4.000 años, aunque se entiende que el cumplimiento de
ciertas reglas mínimas de civilización y el establecimiento de Leyes justas es suficiente para salvar a los que no han recibido la Torah.
En cuanto al cristianismo, supongo que no es necesario decir que las opiniones varían tanto como suele ser habitual en una religión basada en el consenso académico (en lugar del dogmatismo).
En primer lugar, es esencial entender que los judios
no son cristianos. Esto los divide en dos grupos: los que creen que Jesús era un falsario que se declaró Mesias sin serlo, y los que opinan que los cristianos han malinterpretado las enseñanzas de quien jamás pretendió ser el Mesias, sino un simple rabino. No obstante, la opinión de Maimónides es que pese a sus orígenes espurios, había que ver el Cristianismo con simpatía, puesto que con todos sus defectos, había llevado algunos principios de la Torah a los gentiles. Esto no excluye que los judíos siempre hayan sido hostiles a muchos dogmas del Cristianismo: la Trinidad, la divinidad de Jesús, la viginidad de María, la adoración de los santos y en general la exuberancia del culto cristiano, son, a los ojos de los hebreos, una forma (relativamente inocua) de superstición. Además, sin lugar a dudas, el judaísmo mira con igual desagrado el celibato católico y la poligamia musulmana; la poligamia se ve como un régimen matrimonial superado, y el celibato como un trágico malentendido y una insoportable ascesis.
Desde la imparcial perspectiva del teísmo filosófico tiendo a estar de acuerdo con los judíos, pero aquellos de vosotros que seáis más teístas que filósofos, quizá no lo estéis tanto.
2.- Los judios en el Partido bolchevique
Dice Jose María:
“No explicas tampoco que el Comunismo, una de las peores plagas de la Humanidad, es obra de judíos, tanto ideológicamente como en su ejecución. El 90% de los dirigentes bolcheviques fue judío. El odio anti-cristiano fue horroroso, se asesinaron millones de personas ya en tiempos de Lenin, al inicio de la Revolución. Erróneamente se pretende atribuir a Stalin el genocidio, pero no es cierto, Stalin hizo el suyo adicionalmente”
Creo que Jose María debería comprobar sus números: los judios representaban un 52% del Partido Bolchevique. En la población general eran un 6% más o menos, de forma que estaban sobe-representados ocho veces: más o menos
como los marroquíes en las cárceles españolas.
La cifra sigue siendo bastante impresionante: pero lo es mucho menos si tenemos en cuenta que los judíos estaban también muy sobre-representados en todos los movimientos anti-zaristas (y más, cuanto más radicales). Las restricciones antisemitas de los zares eran durísimas, y generaron un enorme resentimiento en un grupo humano que aspiraba (por sus méritos) al éxito social. Privados de ser ministros del zar, los judíos acabaron siéndolo de la Revolución. Por mi parte, no hay lágrimas para los Romanov.
La represión leninista fue muy dura, pero no tiene sentido compararla con los horrores del estalinismo. En primer lugar, porque desde 1917 a 1920 hubo una Guerra Civil y buena parte de los muertos de esa época ocurrieron dentro del contexto, inevitablemente criminal, de una guerra. Los tribunales revolucionarios fueron bastante sangrientos, pero todavía prevalecía el principio de legalidad socialista y por tanto la violencia tenía que ser relativamente limitada. Mi referencia sobre los primeros años del comunismo es “El archipiélago GULAG”, y allí quedan dos cosas muy claras: la naturaleza criminal del leninismo y el hecho de que estos crímenes son un orden de magnitud inferiores a los del Stalin. De hecho si yo tuviese que buscar una analogía histórica diría que la represión leninista fue comparable a la de la Republica y el franquismo. Y en cuanto al encarnizamiento con la Iglesia, siendo muy fuerte, se dirigió con mucha mayor intensidad a la alta jerarquía: solo a partir de 1930 la carnicería se extiende al conjunto de la Iglesia ortodoxa; y llegados a ese punto, los rabinos sufrieron el mismo tratamiento que los curas.
Desde la subida al poder de Stalin, los judíos del Comité Central van siendo asesinados y para principios de los años 30 no queda ninguno realmente poderoso (salvo Lazar Kaganovich). Es a mediados de los treinta cuando
el régimen represivo se convierte en genocida, y se producen los tres grandes procesos de exterminio: las purgas de los miembros del Partido en Leningrado (tras la muerte del reformista Kirov), la persecución de los pequeños propietarios (deskulakización) y los crímenes aleatorios de la espiomanía. Todos estos procesos ocurren en un Comité Central casi “Judenrein”, y ocurren después de que la legalidad interna del Partido hubiese desaparecido.
Un hecho empírico es indiscutible:
el empeoramiento del Partido Comunista corrió paralelo a su des-judaización. 3.-Los judios en América”Tampoco explicas que son judíos quienes ocupan las posiciones de máximo poder e influencia en Occidente. Los ejemplos clásicos son el dominio de los medios de comunicación más influyentes, las editoriales, Hollywood, los principales Bancos e industrias.Mi objeción a este dominio es la tremenda manipulación que ello conlleva, la modificación de valores, la introducción de nuevos, el apoyo incondicional a determinadas causas, etc. Por poner ejemplos, la inmigración masiva, el multiculturalismo, el odio anti-cristiano, el rechazo al hombre blanco, la izquierda, son atribuibles a las élites judías”Leyendo Haarezt me encontré una vez un chiste especialmente divertido: un judio leia un periódico antisemita y otro le pregunta extrañado: ¿Por qué lees esa basura? El primero dice: nuestros periódicos solo traen persecuciones y desgracias; aquí, sin embargo, dice que dominamos el mundo.
En cualquier país donde no prevalezca el anti-semitismo, durante el último siglo los judíos han tenido un notable éxito social. En estados Unidos, donde representan alrededor de un 3% de la población, están muy sobre-representados en varios sectores claves:por ejemplo, el audiovisual, la Banca y el Partido Demócrata. Pero por sobre-representados hay que entender simplemente eso: en el sector audiovisual, el poder de los judios no es superior al de Sony; en la Banca, basta leer los nombres de los consejos administración para comprobar que el numero de judíos es menor del 20%, y que la mayoría del sistema financiero está en manos de una aristocracia anglosajona que se remonta probablemente a la fundación de la República.
En general, la fuerte sobre-representación judía en los puestos de decisión de Estados Unidos esta ampliamente compensada por su escaso volumen demográfico: incluso una sobre-representación de cinco a uno dejaría un 15% de judíos en los puestos de poder. En Nueva York, es verdad que la influcencia judía es muy visible, pero los Estados Unidos son un país profundamente descentralizado y muy grande; el poder de los judíos en unos pocos sectores, (mucho más como profesionales liberales que como propietarios) no nos deben hacer olvidar que la sociedad americana es una constelación de grupos de interés
enormemente eficientes a la hora de estorbarse unos a otros.
En cuanto a la influencia judia en los grandes debates americanos, ha estado, como de costumbre, orientada en una dirección progresista: en primer lugar, y sobre todo durante la lucha por los derechos civiles, los bufetes de abogados judíos jugaron un papel esencial del lado de los negros. La causa era indudablemente justa, y no creo que se pueda incluir en lo que llamamos “racismo anti-blanco”. Es también cierto que los intelectuales judíos (y judías) tuvieron una gran importancia en los primeros años de la revolución feminista. Es decir, en el mayor proceso emancipador del siglo XX.
Pero si su influencia fue esencial en la izquierda, lo cierto es lo ha sido muchísimo mas en la derecha liberal. Basta citar los nombres de von Mises, von Hayek, Ayn Rand y sobre todo Milton Friedman. La agenda tradicional de la derecha conservadora, escrita en términos detestablemente tribales y religiosos, se volvió a formular en términos de libertad y eficiencia. La apuesta por una sociedad dinámica, hedonista y rica, por la ética del “work hard, play hard” ha estado y está en el corazón y en la estética de los judíos de todo el mundo. Si Tel Aviv o Nueva York son el modelo, desde luego no nos va faltar placer, diversión y trabajo transformador: “joy of life”. Y al menos en Tel Aviv, este estilo de vida,
de máxima productividad subjetiva, es compatible con una demografía sostenible.
En los últimos años, cuando el racismo anti-blanco, el antisemitismo y el irracionalismo izquierdista se han convertido en la gran amenaza para el bienestar humano, los judíos se han movido con la habitual rapidez a ese campo de batalla, y desde
Bat Ye’or hasta Irving Kristoll, la voz de alarma ante el programa Eurábico y la espiral irracionalista de la izquierda ha venido en buena parte desde el mundo hebreo. Israel juega un papel esencial a la hora de contener la Jihad y de crear los instrumentos militares y políticos con que vamos a luchar
la II Guerra Fría.
En todo caso, a pesar de su innegable (y positiva) influencia, los judíos nunca han podido llevar a la sociedad norteamericana a donde esta no ha querido ir, porque ellos mismos han sido una parte más de esa sociedad. Solo cuando la sociedad americana se ha dividido respecto a algún tema, han utilizado su fuerza en alguna dirección, para romper el empate social.
Y sobra decir, que la influencia judía ha sido la legítima influencia de un grupo cultural, no la manipulación de una minoría de conspiradores. Ha sido una influencia siempre abierta, explícita y descentralizada y ha ocurrido en la arena del debate público; si ciertas perspectivas conservadoras han resultado lesionadas, nunca ha faltado a los conservadores la posibilidad de presentar al público su caso. Los que se quejan de influencia judía,
se quejan, en última instancia de su propia falta de talento.